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Antonio Sempere

En pocas palabras

Antonio Sempere

Complicidad

El otro día, mientras le escuchaba en el programa La noche en corto (InformaciónTV), Gonzalo Eulogio volvió a emocionarme. Relataba a su compañero y sin embargo amigo Augusto González Braña su compromiso inquebrantable con el ritual que supone seguir en riguroso directo la ceremonia de los Oscar. Una costumbre que Gonzalo practica desde que cumpliera los 18 años (no pudo ser antes, sencillamente, porque no había ninguna cadena televisiva que emitiera la señal), y que se resiste a abandonar. A pesar de los envites de la edad. De lo cuesta arriba que viene desafiar al cuerpo una vez cumplidos los cincuenta. Resultaba realmente enternecedor escuchar a Gonzalo, tan sincero como si no hubiese cámaras de por medio, confesar el desajuste que sufría en el cuerpo incluso 48 horas después de la madrugada de marras.

Pero quién es capaz de abandonar el ritual una vez alcanzados los 33 años ininterrumpidos. Comprendo muy bien a Gonzalo, porque cada una de estas noches en vela remite a las anteriores, conformando un bucle preñado de nostalgia. Y romper el ciclo es, en cierto modo, como renunciar a una parte íntima de nosotros. ¿Qué sería la vida, a fin de cuentas, sin este tipo de compromisos que nos imponemos? A unos colores, a un hobby, a una ilusión.

Tengo mucho que agradecer a Gonzalo Eulogio. Lo que el cine unió no lo ha separado el hombre. Y eso es un milagro por estos lares, en esta tierra donde cada uno va a la suya, y de qué manera. Como quien no quiere la cosa, mi amigo Gonzalo siempre ha estado ahí. Protagonizando la letra pequeña, esa que constituye la esencia de la vida. Coincidimos el fin de semana pasado en los Panoramis, que estrenaron en exclusiva 4 de los 7 títulos que llegaron el 4 de marzo a la cartelera alicantina. Al día siguiente volvimos a coincidir en el Navas, donde también estaba Antonio Dopazo, completando su séptimo visionado del fin de semana. Dopazo, que en 2018, casi pasado mañana, cumplirá los 50 años ininterrumpidos ejerciendo de crítico en este periódico. «El Dopa», como cariñosamente le llama Gonzalo, que el viernes se instaló en los Panoramis desde la sobremesa hasta la madrugada viendo 4 películas seguidas, como es su costumbre.

Es en esa letra pequeña de la vida, en estos pequeños encuentros que se vienen sucediendo día a día y año a año durante décadas, donde estriba la sal de la vida. Presencias como las de Gonzalo Eulogio hacen la ciudad más habitable. Más humana. Gracias a que en ellas se materializa eso tan hermoso que llamamos complicidad.

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