Según la mitología griega, el Tártaro es el hogar de los muertos. El lugar donde el castigo se adecúa al crimen y en el que jueces deciden quiénes van a morar toda la eternidad allí. Pasa el tiempo, llegan los romanos y redefinen el Tártaro como el destino a donde se envía a los pecadores. En La Eneida, Virgilio lo describe como un lugar gigantesco, rodeado por un río y triples murallas para evitar que a alguno se le ocurra escapar de él. Se encuentra guardado por una hidra con cincuenta enormes fauces negras. Y, para rematar, dentro un castillo con anchas murallas y un alto torreón de hierro en el que Tisífone, la Furia que representa la venganza, hace guardia azotando un látigo y repartiendo leches al que arrime el morro. Ahí es nada?

Pues bien. Creando cultura, pues hay que dejar huella para las generaciones futuras, los nuevos dioses valencianos han decidido reinventar el Tártaro y ubicarlo en aquellas tierras que tienen al sur de Valencia. Sí, ese territorio molesto y antaño conocido como provincia de Alicante. Lugar de pecadores, de bárbaros a los que someter a un puteo inmisericorde por aquello de que son alicantinos. Territorio comanche al que hay que convertir en un erial y del que ni debe salir ni un paisano ni tampoco, por supuesto, entrar un puñetero euro.

El dios Puig y la Furia Oltra han decidido desmantelar Alicante, castigarla por ser distinta y destruir cualquier opción de crecimiento y progreso. Los alicantinos somos los pecadores y no merecemos ni los restos del socarrat. El Consell quiere limpiar, vía decretazos, la capacidad propia de gestionar los dineros de los alicantinos para Alicante. Quiere asesinar a la Diputación de Alicante y, en el envite, a los que en ella trabajan. Y no por un asunto de gestión, no. Sólo le mueve, repito, sólo le mueve la pasta, la guita, el money, los chavos, los billetes. De este apetito voraz se vomita el Decreto 25/2016 del Consell quedándose con los duros de Deportes, y el Decreto 26/2016, también del Consell, metiendo mano al Turismo. Por un puñado de dólares.

En ambos decretos, será por el tema de adelgazar la Administración Pública, se crea un órgano nuevo, uno más, en forma de Consejo de Coordinación, bien de Deporte o bien de Turismo. Es decir, que debo ser tonto de mamarla. Éramos pocos y parió la burra. A lo que ya hay, le añado un escalón intermedio colgando de la Generalitat en la que pongo, para empezar, un conseller, un secretario autonómico, un director general del tema, un director general con competencia en Administración local, un director general con competencia en presupuesto, otro director general con otra competencias varias, los presidentes de las tres diputaciones, tres representantes de las mismas y un secretario para que tome nota. A todo esto le sumo el personal técnico de la Conselleria, de cada una de las direcciones generales y el de las diputaciones. Y, de postre, los alcaldes que así consideren oportunos. La madre que me parió. Había una vez un circo?

Mirad. Es un lamento, mi lamento. Es lo que creo y siento. O los alicantinos decimos basta y les paramos los pies a los centralistas valencianos, o nuestra provincia está finiquitada. Quiero que se me entienda, no hablo de si un partido político o de si otro. Éste no es mi negocio. Hablo de mi provincia, de mi Alicante, de tu Alicante. Quiero que lo que yo aporto revierta en mí y no se lo chavee el macho alfa del rebaño. No podemos, no debemos quedar impasibles mientras nos desangran como gorrinos. ¿O es que de verdad pensáis que a estos señores les importa algo lo que ocurre en nuestros municipios? Para este menester ya está la Diputación y por ello les sobra.

Nuestra provincia es, por desgracia y sin duda, el nuevo Tártaro del Olimpo valenciano. Condenados de por vida estamos.