a verdad es que, entre el fútbol y el estado de nuestro país, es un auténtico aburrimiento escuchar la radio o ver la televisión. Es tan cansino que no es necesario siquiera poner los telediarios pues se sabe de antemano lo que van a decir: Que Rajoy no se rinde, que Sánchez tampoco, que Rivera quiere mediar y que Iglesias no «ajunta» ni a Rajoy ni a Rivera.

Por otro lado tenemos lo del fútbol. Cuando no es la Liga, es la Copa del Rey o la «Champions league», o lo que sea, el caso es que día sí y día también tenemos que aguantar partido tras partido sin chistar pues es de gran importancia para la nación el que gane el Real Madrid o el Barça o vaya usted a saber quién. A mí no me parece de recibo esta invasión de mi vida por un juego en el que los protagonistas no son ejemplo de nada para los españoles, más bien al contrario. Veo a esos protagonistas desfilar con unos coches de infarto, de esos que sólo son asequibles a los muy millonarios, que es lo que son todos ellos. Y lo son por culpa de todos los seguidores que tienen, seguidores que pagan religiosamente las entradas para verlos en directo o se tragan el partido entero en la tele o en la radio, de tal manera que a los que como yo no les gusta dicho deporte, no pueden escapar de los goles cantados a grito «pelao» en la radio o en la tele.

Pero el problema es que no tienes posibilidad de escoger en otro sitio pues todas las emisoras de radio están en lo mismo y en las teles o ves el bodrio de turno, que no hay quien lo vea, o te tragas el partido sí o sí. Cuando no hay fútbol, tenemos las tertulias. Desde hace más de dos meses estamos todos los días en lo mismo. Todos están muy bien informados y todos lo saben de fuentes muy bien posicionadas que les dicen que en el PP Rajoy se va a marchar, pero luego no se va, que en el PSOE Sánchez también se va pues ha fracasado y los barones no le permiten traspasar una supuesta línea roja, pero luego no se va, que Rivera ha traicionado a su electorado y se tiene que ir, pero luego no se va y que en Podemos Iglesias quiere ir a unas nuevas elecciones que, supuestamente, le benefician, pero luego dice que quiere una coalición de izquierdas. O sea bla, bla, bla... Nadie sabe nada y nadie conoce lo que va a pasar, ni siquiera los actores. Y la verdad es que el teatro está durando demasiado y, al menos algunos, estamos cansados de tanta declaración, de tanta palabrería y de tanto paripé por parte de todos.

Es increíble, al menos para los que nos hemos educado en la tolerancia, para los que hemos vivido en directo la Transición, que no se pongan de acuerdo de alguna manera. Es inaceptable que no lleguen a un acuerdo. Y un acuerdo supone renunciar a muchos de los planteamientos de cada uno de ellos. No se puede acordar nada si no se está dispuesto a renunciar a alguno de los puntos de los programas electorales, que como sabemos luego no sirven de nada. Por esta razón me da la sensación de que están luchando por el poder y por el despacho de cualquier Ministerio.

Lo malo es que todos sabemos que el poder corrompe y la corrupción pasa factura.