Una de las características del sistema electoral francés es la segunda vuelta, que generalmente tiene lugar una semana después de la primera. En España debería implantarse este sistema, sobre todo después de lo visto y oído en estas últimas semanas. Hemos sido testigos de la incapacidad de nuestras fuerzas políticas de hacer gobernable el país. Lo obvio es la ausencia supina de una cultura del pacto y la incapacidad de establecer plataformas de trabajo conjunto sin renunciar a la propia identidad. A nuestros políticos les falta capacidad de diálogo y les sobra ego. Es decir, el objetivo es ensayar el ponernos de acuerdo en lo esencial, y aplazar la negociación de lo secundario para un segundo momento. Tenemos unos líderes políticos de un perfil bastante bajo y ramplón, dejando de lado los espectáculos y fuegos artificiales intencionados.

La segunda vuelta francesa, entre otras cosas sirve para aquilatar el voto. En otras palabras, la primera vuelta es la del corazón. Sin embargo, a la luz del resultado de la primera vuelta en la segunda impera el voto útil. Por eso son los comicios de la racionalidad francesa. Por ejemplo, hace unos años, en unas presidenciales francesas, quedaron al final Le Pen, del Frente Nacional, y Chirac, representando a la derecha; el Partido Socialista había sufrido una debacle histórica. ¿Se imaginan muchos socialistas votando a Chirac para evitar que pasara Le Pen? Los líderes socialistas no decían abiertamente que votaran a Chirac, pero con la boca pequeña lo insinuaban para evitar la catástrofe en el país.

Como este país no introduzca algún correctivo de este tipo camina hacia la provisionalidad prolongada. Y esto nos resta credibilidad internacional, a nivel económico y político. y eso es muy malo para todos. Por eso la segunda vuelta puede revisar, corregir y aquilatar las opciones. En última instancia, en la segunda vuelta, el pueblo soberano puede marcarles más claramente la dirección a los políticos de turno.

Como parece que estamos abocados a unas nuevas elecciones, los españoles deberíamos tomárnoslas como una segunda vuelta a la francesa. Las veleidades y frivolidades, en estos momentos, están fuera de lugar. Votemos para hacer gobernable el país y dejémonos de gaitas. Si, al final tendremos que taparnos la nariz a la hora de emitir el voto a cualquiera de las opciones.