Estamos perdiendo el tiempo, ni Garicano, ni De Guindos, ni Montoro, ni Sevilla, ninguno de ellos es comparable en política económica y en conocimiento intrínseco de lo que son un libro diario o mayor en la contabilidad, de lo que es superávit sin obviar gastos, Ripoll merece sin duda el premio Nobel de Economía. Ha logrado lo que ningún economista de la talla de Keynes, Krugman, Modigliani, o Friedman han sido capaces de lograr, gastar a destajo sin merma de la economía propia. Dos años y medio ha estado el que fuera presidente de la Diputación y mano derecha de Zaplana, gastando nueve mil euros mensuales sin tocar ninguna de sus cuentas. El licenciado en Arquitectura, debería haber sido doctor en Ciencias Económicas, el conseller de Administraciones Públicas debería haberlo sido de Hacienda. No se puede entender que visto lo puesto sobre el tapete de la actualidad por la fiscalía, este insigne prócer de la ciudad de Alicante no haya sido llamado para cargos de más enjundia en el panorama nacional y mundial. Cómo no pensó nadie en hacerlo ministro de Economía, cómo no fue requerido para presidir el Banco de España, y en fin qué pareja bien avenida hubiera formado con Rodrigo en el Fondo Monetario Internacional. Libros en blanco, ni entradas ni salidas, todo funcionando a la perfección sin necesidad alguna de retirar fondos para atender necesidades. Un milagro contable, un dinero sin nombre, un hombre hecho codicia.

Pero por desgracia para él, no piensa esto el fiscal que le acusa. No creer la acusación pública en las dotes de Ripoll para la economía, sí para su economía que es distinto. Debe ser gloria bendita gastarse nueve mil euros al mes, vamos lo que eran millón y medio de las antiguas pesetas, durante treinta meses sin ir ni una puñetera vez al cajero. Entendiendo que su sueldo, bastante generoso como presidente de la Diputación, le sería abonado en cuenta, muchas explicaciones tendrá que dar para justificar los nueve mil euros de gastos suntuarios para su disfrute personal. Ahorrando para el mañana el dinero blanco, gastando a manos llenas el dinero que quema, el que no se puede justificar, el que pasa de mano a mano, de bolsillo a monedero, de caja de caudales a cartera.

Junto a él se encuentran entre los acusados en el sumario denominado Brugal un ramillete de lo más florido de políticos y empresarios de la provincia. Amorós, ese portavoz socialista en la Diputación que nadie sabe explicar muy bien cómo llegó a ostentar el puesto, y al que nadie le reconoce hoy mérito alguno para ello, cuyo silencio parece fue recompensado por quienes acuden a las instituciones públicas presos de codicia. Y cómo no, entre los empresarios destaca la intervención, la necesaria participación como estrella invitada, del perejil de todas las salsas cocinadas con dinero de otros, si es público mejor que al ser muchos los dueños, parece menor el abuso, nuestro ínclito señor de los ladrillos Ortiz. Es él el que paseaba a Ripoll en su famoso yate, ya sea por la Pitiusas como por el Guadalquivir, en esas noches de cabiria donde el caviar, las mariscadas y el champan francés era degustado en francachela náutica. Mientras el alcohol corría, el susurrador de imputados en voz queda farfullaba al oído del político prebendas a repartir, negocios a compartir.

Quedan nominados junto a Ripoll todos ellos para acudir al banquillo de los acusados por delitos que van desde cohecho, información privilegiada, pasando por tráfico de influencias. Quedan nominados para hacer frente en los tribunales a penas de prisión que en casos superan el lustro de internamiento. Por mucha altanería que intenten transmitir, saben que sus días están contados. El reloj de la justicia se ha puesto en marcha, es tiempo de hombres buenos, ellos ya no tienen cabida en la sociedad que abomina de los que se han aprovechado de los resortes del poder para vivir a cuerpo de rey y acumular fortunas y patrimonio.