Supongo que lo que toca hoy, este domingo 6 de marzo, es hablar de nosotras, porque a la vuelta de la esquina, el martes, se celebra un día que es icónico entre las mujeres. Supongo que con la que ha caído y cae, con la que seguirá muy posiblemente cayendo, es el tema que debe ocupar portadas, retratos, perfiles, discursos y sobre todo pactos de unidad, consenso y los tan manidos postureos habituales que todo ser social que se precie hará para que se considere su «alta» conciencia social profemenina. Es además un día en el que, tras años, siglos (me sigue haciendo llorar ver la injusticia de nuestra posición en miles de aspectos? en todo el mundo), y hasta miles de años, sigue siendo real, sigue siendo motivo de muertes, de dramas y de situaciones impresionantes que nunca creímos que se darían. Desde el primer mundo hasta los confines de los otros mundos marginados de la Historia universal, las mujeres somos motivo todavía para generar leyes que nos protejan y sin embargo, atónitas algunas y paralizadas otras todavía, aquí volvemos a tener que celebrar un día que nos recuerde que no somos todavía iguales. Conste, y lo digo públicamente, que también creo que hay algunas mujeres que no se deberían incluir en este artículo y que, con su actitud, nos hacen un flaco favor. Me refiero a todas las que también aprovechan la miseria y la desgracia para barrer para casa y que utilizan nuestra protección para venganzas personales y terribles atropellos. A ellas también quiero dedicar esta columna. Pero la mayoría, como este viernes noche me recordaba una chica fantástica de 22 años, siguen viviendo en una situación que justifica este día que, si yo pudiera, me gustaría que dejase de tener sentido. Y quizás por eso hay que hablar de las que síque contribuyen a que nuestras ciudades, comunidades, amigos, vecinos, hijos, familia y en general también los seres humanos (porque ya me da igual hombre o mujer) sean mejores. Pero no, esta columna se la quiero dedicar por el contrario a esos hombres que hacen que tanto yo, como otras, sigamos creyendo que todo tiene arreglo. A esos que nos hacen crecer, a esos que censuran a los que no son como debieran, a esos que son nuestros compañeros de vida, a esos que no nos torturan, a esos que no nos maltratan, a esos que comparten nuestros hijos, a esos que nos hacen felices, a esos que son un ejemplo, a esos, que como los padres de muchas de nosotras nos pusieron un libro de Simone de Beauvoir a los 18 años entre los dedos, a esos que juzgan con dureza a su propio género por su actitud, a esos que han hecho que yo y tantas sigamos creyendo hasta en los cuentos de princesas... porque esos, que son imprescindibles, también merecen este ocho de marzo, por levantarse cada mañana a tu lado y valorar a una mujer diferente y animarla a seguir siéndolo, frente a los otros, los que nos hacen seguir peleando. A todos ellos les dedico esta columna, porque sois imprescindibles y ojalá que, con vuestro ejemplo, algún día esta fecha sea el día de todos. Feliz domingo, dedicado a Ana Piqueras, Raquel Miró, Ángela Ferrando, Nuria Jurado, Carla Falcó, Olivia Manzanaro, Laura Rodíguez, Velin Ong, Diana Ripoll, Rosalba Espí, Valle Albujer, Raquel López Varela, Carmen Bosch, Laura Pérez Vehi, Amor Giner, Sole y tantas mujeres que considero un ejemplo en mi vida, desde la normalidad diaria y que merecen la pena (y me dejo muchas?) por su coraje, su fuerza, su honor y su vida ejemplar.