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Crónicas precarias

Podéis dormir tranquilos

Esto no es un artículo sobre el pleno de investidura. Repito, no es un artículo sobre el pleno de investidura. Ni sobre el juicio a la Infanta. Veréis, en uno de esos ataquitos feminazis que brotan de mi pobre corazón, yo hoy quería escribir sobre el Día del Mujer. Pero es que he empezado a vislumbrar el panorama que nos espera esta semana para conmemorar el 8 de marzo y me ha dado una pereza infinita. Estoy por irme de crucero a los fiordos noruegos y desconectar del mundanal ruido hasta finales de mes.

Os recuerdo que estos días nos toca comentar intensamente que las mujeres hacemos cosas. Molamos muchísimo y casi somos seres humanos. Un poco histéricas y retorcidas, pero se nos perdona. Hay mujeres que escriben, pintan, exportan, juegan al baloncesto o construyen edificios. Mujeres que se dedican a la ciencia y a la política. ¡Muy bien por las mujeres, vivan ellas! Lo estaremos escuchando de sol a sol y luego podremos olvidarlo hasta el año que viene. Como lo de querer a la familia en Navidad.

Se hablará un rato de brecha salarial y techos de cristal. De lo difícil que es conciliar. Pobrecitas, entre el trabajo, los niños y la casa casi no tienen tiempo de nada (a los hombres nunca se les pide que concilien, qué cosas). Hay mucho camino por recorrer y tal. Vamos a ver carteles del 8 de marzo con sonrisas y flores porque ser mujer es muy bonito. Yo ya he fichado uno de chicas haciendo yoga en la playa al atardecer, que es como femenino y espiritual a tope. Y fotos de Marie Curie, un clásico que no puede faltar. El Betis jugará de rosa y muchos municipios realizarán cenas y talleres de zumba en honor a sus vecinas (al menos ha sido la tónica dominante estos últimos años)

El Día de la Mujer ya es una fiesta simpática, amable e institucional, con sus vinos de honor y sus cintas inaugurales. Nada de una jornada de lucha a cara de perro, nada de reivindicar en voz alta, ser incómodas y exigir cambios estructurales en vez de retoquitos cosméticos. Y es que la forma más eficaz de desactivar el espíritu subversivo de cualquier movimiento es abrazarlo con condescendencia. Como si tuviéramos algo que celebrar. Las mujeres somos tan bonicas que incluso nos dedican un día. ¡Cupcakes para todas, nos lo hemos ganado!

Los varones blancos, heterosexuales y de clase media que claman por un Día del Hombre pueden dormir tranquilos, el 8 de marzo de 2016 no se socavarán los cimientos de nada. Nadie les arrebatará su metro cuadrado de poder y privilegios. Este año tampoco va a ser el de la revolución feminista. De todas formas, alguien debería avisar a esos tipos de que los 365 días del año ya les pertenecen. Todos, toditos, todos son su día. Que elijan el que quieran.

Por suerte para mí, cuando regrese del crucero noruego ya habrá pasado la semana de entusiasmo por la mujer y podremos volver a centrarnos en los auténticos problemas de género que azotan a nuestra sociedad: las denuncias falsas, las entradas gratis para tías en las discotecas y la noticia de que en la nueva entrega de Cazafantasmas todas las protagonistas son féminas. No hay derecho.

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