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Juan José Millas

Un deseo conmovedor

Pedro Sánchez aspira a ser un político estándar. Por eso hizo un discurso estándar en el que reconocíamos el modelo, el patrón, la pauta. Ignoro si esa ambición es buena para un político, pero supongo que sería nefasta para un poeta. Digo esto porque tuve hace tiempo, en el taller de escritura creativa, un alumno que ambicionaba ser un escritor del montón. Me reprochaba que no le enseñara cómo escribir de un modo convencional. A mí me aturdía su demanda, aunque de otro lado me resultaba muy conmovedora.

-No te entiendo -le decía.

-¿No entiendes que quiera ser un escritor normal? ¿Por qué asociar siempre la escritura a la extravagancia, incluso a la locura? Mi padre es un médico normal y funciona. Mi madre es una ingeniera aeronáutica normal y funciona. Mi tío tiene una autoescuela normal que funciona. Todo, en mi vida, está rodeado de normalidad, de una normalidad que funciona. ¿Por qué no puedo aspirar yo a ser un escritor normal?

Me acordé de una frase que le escuché a Gonzalo Suárez, hacia el segundo plato de un almuerzo, en un restaurante japonés en el que incurrimos con frecuencia: «Qué gran invento es la normalidad», dijo. Gonzalo Suárez no es un escritor normal, ni un cineasta normal, ni siquiera una persona normal. Le pregunté si él habría preferido ser normal y cambió de tema. Pero tenemos pendiente una discusión sobre este asunto.

Me conmovía, digo, el deseo de mi alumno. Pensaba yo que solo se puede aspirar a la normalidad desde la anormalidad. En cierto modo, Jorge, que así se llamaba, escondía un loco bajo aquella apariencia suya tan reglamentaria. Me conmovía y me daba un poco de miedo, para decirlo todo. Desapareció un día del taller y al poco nos enteramos de que había sufrido un brote psicótico del que por fortuna está recuperado. Quizá ahora mismo escribe una novela normal que será, sin duda, un éxito.

Observar en el debate de investidura la pulsión a la normalidad de Pedro Sánchez me puso un poco los pelos de punta. Es que llegó a mostrarse más normal incluso que Albert Rivera. No dejaba yo de preguntarme qué había debajo de tanta moderación. El caso es que no hubo investidura.

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