Recomiendo a una amiga que me dice estar triste la película Brooklyn que, además de un conocido distrito de la cosmopolita Nueva York, es un film dirigido por John Crowley que narra la historia de una joven inmigrante irlandesa en la que una mujer debe elegir entre dos hombres en una conmovedora historia sobre el exilio, la familia, el amor y la fatalidad, a través del relato de una chica de familia humilde que, no encontrando trabajo, emigra a Norteamérica, abriéndose paso, a pesar de la nostalgia y de los rigores del exilio, y encontrando un primer amor y la posibilidad de una nueva vida hasta que las circunstancias le obligan a enfrentarse a aquello de lo que ha huido.

Y sigo diciendo a mi desconsolada amiga que hay momentos en que necesitamos tomar algo dulce o recibir algo amable, o un premio o reconocimiento, o hacernos un regalo, o atender al cuidado de nosotros mismos que siempre debe estar presente en nuestra vida, y aún más en los momentos bajos o en los días grises en los que nos encontramos apenados o desmotivados o con sensación de vacío o con mal humor, y es bueno saber que eso durará poco, si no hacemos cosas para empeorarlo, y si nos cuidamos especialmente, y es que todos sabemos lo que nos sienta bien y nos levanta el ánimo, dándonos alivio y calma.

De modo que en nuestro diálogo interior digámonos que merecemos ser felices, sintiendo el valor de cada pequeño detalle, repitiendo frases alentadoras y buscando la paz y la felicidad en todo aquello que nos gusta, dando gracias por lo que tenemos.

Y permitiéndonos el placer de disfrutar de pequeñas y cotidianas cosas como un agradable paseo o una amable conversación o una hermosa película sobre la nostalgia, la búsqueda de la identidad y la madurez.

Así que mi amiga me mira y sonríe, y deja la tristeza, y juntas nos vamos al cine a ver Brooklyn, una bonita historia de amor.