Escribo esto con el sonsonete televisivo del discurso de investidura de Pedro Sánchez invadiendo mi intimidad. Tal capacidad de convocatoria solo la tiene la retransmisión televisiva de la lotería de Navidad y este tipo de eventos. Sin embargo, lo que diferencia uno de otro es que en este caso cada vez que intervienen don Mariano o don Pedro la próstata me indica deseos imperiosos de acudir al water. Así sus discursos y réplicas quedan empañados por una suerte de destino imperioso. Con Rivera, de Ciudadanos, me pasa lo mismo a excepción de que los deseos fisiológicos solo se presentan un par de veces al día. Intestino regular que tiene uno.

Podría entrar a valorar los discursos de estos tres aunque me molestaré en hacerlo solo parcialmente. Ya es bien sabido de cuál de los tres pies cojea el discurso del PP tanto como el de Ciudadanos, hemerotecas tengas y las ganes, que a nadie engañan excepto al que se deja. Lo del PSOE es más grave. Su discurso actual y la política desarrollada hasta no hace mucho, y que intentan reeditar, han contribuido al agostamiento de la socialdemocracia en Europa y al de sus electores. Sin embargo, Pedro Sánchez, como guiño a Pablo Iglesias, que también lo ha hecho, ha repetido durante su no investidura expresiones donde «la clase» o «la clase obrera» estaban presentes.

¿Quiere esto decir que el PSOE recuerda sus humildes orígenes más allá de González y Zapatero? ¿Significa esto que aquella clase trabajadora tan engañada por el primero como ninguneada y ocultada por el segundo vuelve a tener preeminencia y valor para los socialistas? ¿Ya han recuperado la O de su partido?

Podría ser pero al mismo tiempo que proclaman estas salvíficas cuyo objeto de deseo es el proletariado, que fue y podría llegar a ser nuevamente su base electoral, se contrata a un asesor como Jordi Sevilla (exministro de Administraciones Públicas en 2004 y posterior consultor de PricewaterhouseCoopers -firma privada de servicios profesionales para compañías, instituciones y gobiernos a nivel global y que en España trabaja fundamentalmente con empresas pertenecientes al Ibex 35-) tan confeso y contrario al dogma neoliberal con la boca pequeña, como tan proclive a impulsar y realizar «reformas» en el Estado del bienestar.

Este ocultamiento de la clase trabajadora supuso ya un indicador de aquella transformación y derechización del PSOE completada ahora con la incorporación de políticas públicas de corte liberal en su oferta electoral. El susodicho Sevilla, que ya influenció a Zapatero, ahora se ha reconvertido en asesor económico de Pedro Sánchez, encargado de preparar su programa económico. Aquel que reafirmó la cuadratura del círculo al firmar la desaparición de la clase trabajadora, que ahora reivindica Sánchez, como consecuencia inexorable del modelo capitalista. Aquel es este mismo. ¿Es esto lo que la verdad de Pedro Sánchez esconde? ¿Es esa la explicación de su acercamiento a un partido de derechas como Ciudadanos?

Por otro lado, Podemos, representante de la línea de pensamiento popular dominante, en que la casi totalidad de sus dirigentes provienen de organizaciones vinculadas al PCE o a IU, aboga por presentarse ante los ciudadanos como una nueva vía enfrentada a las opciones tradicionales de la izquierda. ¿El PSOE es la izquierda? Se me altera el ritmo intestinal citado. A Podemos también se le llena la boca con la palabra «clase» como antaño casta. Así presentan su pensamiento como novedoso cuando en realidad no representa más que aquel viejo reformismo planteado por el eurocomunismo contra el marxismo.

Porque puestos a hablar de «clases» defendamos que la lucha entre las mismas es el motor de la historia. Y ya puestos establezcamos una línea clara que identifique las posiciones obreras/proletarias y las burguesas. Lo que no es de recibo es tal revisionismo en Podemos, pues difícil es el encaje de la ideología burguesa dentro del auténtico movimiento obrero y proletario. Izquierda caviar que genuflexionaria junto al PSOE, y más junto a Ciudadanos, ante la «agenda silenciada» de compromisos internacionales, liderada por Merkel, que España tiene comprometida y cuyos objetivos económicos inciden en el saqueo del 90% de la población. Eso sí sería un exceso dogmático del que convendría desembarazarse.

Ernesto Laclau, teórico del postmarxismo e inspirador de buena parte de las tesis hoy defendidas por la dirección de Podemos, afirma que «vivimos en un mundo postmarxista que nos obliga a deconstruir la misma noción de clase social pues la misma ha sido sobrepasada por una multiplicidad de antagonismos plasmados en los diferentes movimientos de emancipación de los excluidos». Que lo demuestre. Esto vacía de contenido la idea general de la lucha de clases sumergida en un humanismo/idealismo burgués que no nos sirve para salir del atolladero neoliberal. Lo dicho, una lotería que recomiendo no nos toque.