Debo decir y digo que me gustan los perdedores. Gary Cooper que estás en los cielos lo bordó en Solo ante el peligro, aguardando en la estación a la banda que lo quiere destrozar. Y mira que las buenas gentes le advierten: que son muy mal ganao, que te tienen tomada la medida, que son muchos y aquí nadie te va ayudar... Pero el tío, a cuerpecito gentil se quedó, porque quien resiste, gana y si no, hay peores formas de morir que intentar vencer (o convencer). Mucho peor que perder es tener que quedarse en la Cámara a escuchar que eres un cobarde, con cara de qué pinto yo aquí, con lo bien que estaría fumándome un puro y leyendo el Marca.

«Un tal Sánchez» ha demostrado que aguante tiene, y capacidad de resistencia también, y de paso que humildad le sobra para reconocer que no son nadie para gobernar España ahora mismo, pero que si alguien les echa una mano puede regenerarse la Patria -por fin escucho esa palabra sin salir corriendo a buscar la trinchera más cercana- «a partir de la próxima semana». Su discurso ha sido una enmienda a la totalidad a Rajoy y a sus políticas austericidas «cuya bandera enarbolan los que nunca fueron austeros», pero no ha hecho sangre contra la corrupción, mirando sin ira el pasado y lanzando una batería de acciones para que nunca más se pueda repetir.

En realidad no ha atacado ni al PP ni a sus votantes, más bien ha personificado en Mariano todo lo peor de esta legislatura, especialmente la prepotencia y el totalitarismo que le ha llevado a la paradoja de ser la fuerza más votada pero que, aparte de sus votantes, nadie más le quiera ni ver (y sobre sus votantes tengo dudas razonables). Ha llegado a decir que hasta la peor medida del acuerdo de gobierno PSOE-C´s es mejor que mantener a Rajoy.

Por otra parte, Sánchez y su equipo de redactores han situado a Podemos ante su espejo, porque resulta prácticamente imposible que «coleta morada» justifique -hombre, es una figura retórica, cualquier cosa y la contraria se puede justificar sin ningún rubor cuando eres político- votar con Rajoy contra un paquete de medidas de regeneración de la sociedad que podrían firmar un 90 por ciento de los españoles y un 97 por ciento si son de izquierdas. ¿Que se puede llegar más lejos?, pues claro, Sánchez lo ha dicho: las cuentas no salen para una política de izquierdas ni para una de derechas, no es eso lo que ha votado España. Y también lo ha dejado meridianamente claro: la mayoría de esta Cámara ha sido elegida por los ciudadanos para impulsar el cambio. Y una más: «el poder no es ni una propiedad ni una conquista» (aplausos personales para el autor de la frase que mete en la misma a Rajoy y a Iglesias sin citarlos).

La recurrencia a la Transición -sin nombrarla, ¿por qué?- ha sido una constante a la hora de definir pactos, cesiones, diálogo, humildad, entendimiento entre diferentes y hasta compromiso con la Monarquía. El candidato ha salido a divertirse al campo, como suelen aconsejar los buenos entrenadores, y ha pintado una España «naif» muy parecida a la que orlaba los carteles de la campaña electoral del 82, una España solidaria que rebaje la desigualdad que tanto ha crecido con la crisis y que rescate un Estado de Bienestar que ha dejado a muchos compatriotas en la marginación o en sus aledaños. No sé si será posible, quizá los mercados hayan dicho su última palabra y la vuelta atrás sea una utopía, al fin y al cabo ya sabemos quiénes tienen la sartén por el mango y los políticos no dejan de ser ciudadanos con una capacidad de decisión limitada. En todo caso, Gary Cooper probablemente perezca de un balazo de realidad, la vida es eso, pero tener el valor de enfrentarse al agujero de un Colt 45 tiene su mérito.

Ahora los argumentos para el debate de esta mañana irán de la tomadura de pelo o el sainete que propondrá el PP a la subordinación al IBEX con el que jugará Podemos, o la renuncia a la autodeterminación con que replicarán los independentistas. La aritmética es clara y los intereses partidistas priman sobre cualquier otra consideración, pero si otro mundo fuera posible sería bonito que la película tuviese un final feliz con todos (menos Rajoy, je, je) sentados alrededor de la mesa para salvar España. Y que todos creyéramos que esa España del cartel «naif» puede ser posible y que la segunda transición empezará a construirse.

No es aventurarse mucho augurar que nada de esto va a suceder y que el discurso de Sánchez no dejará de ser el primero de una campaña electoral que nos pillará en Hogueras y bien hastiados de política, políticos y discursos. Casi seguro que Gary Sánchez no cabalgará hacia el crepúsculo «la próxima semana», pero ha hecho un buen intento.