Se trata de un enfoque innovador para el tratamiento psicoterapéutico que comienza a articularse a partir un hecho claro y sencillo: todo conocimiento del mundo real nos llega a través de nuestros sentidos: vista, oído, olfato, tacto, gusto, y las sensaciones interoceptivas que nos informan acerca de lo que sucede en el interior de nuestro cuerpo. No tenemos ninguna otra forma de conocer el mundo. No existe otro camino.

Algo, en principio tan obvio, nos abre las puertas del nuevo enfoque que proponemos, basándonos en las aportaciones de los grandes pensadores. Fue, por ejemplo, Viktor Emil Frankl, famoso neurólogo y psiquiatra austriaco, fundador de la logoterapia, quien entendió que el hombre busca su sentido. Que, en el fondo, es su sentimiento, su sentir.

De igual modo, cuando el psicólogo estadounidense Abraham Maslow, uno de los padres de la psicología humanista, elabora su jerarquía de las necesidades, y nos dice que las personas requerimos la satisfacción de necesidades básicas como el alimento, la respiración, o la seguridad, antes de poder dedicarnos al alivio de otras más elevadas como el amor, la confianza o la autorrealización, nos está hablando en el fondo, de sentimientos.

Así, la existencia de un sentimiento desagradable como el hambre, nos impulsa a realizar un conjunto de acciones para satisfacerlo, y experimentar un sentimiento agradable de saciedad. Y, por ello, el objetivo de todo proceso médico o terapéutico debe consistir en fomentar la experimentación de sentimientos agradables en el paciente. En consecuencia, los psicoterapeutas hemos de identificar, de forma individual, detrás de qué conceptos se ocultan esos sentimientos para diseñar el proceso terapéutico.

Desde estos planteamientos, también podemos comprender nuestra conducta mucho mejor. Las causas de nuestra conducta. Encontrando que, básicamente, nuestra forma de comportarnos sigue dos principios básicos: experimentar sentimientos y sensaciones agradables y evitar la experiencia de los desagradables. Evitamos la sensación de hambre, de rabia, de angustia vital, de soledad, de curiosidad. Por ello nos procuramos un trabajo, gestionamos nuestros conflictos, desarrollamos nuestras pasiones, investigamos...

En este sentido, la patología radica en la necesidad de experimentar sentimientos desagradables o la incapacidad de buscar los agradables. Así una persona puede buscar inconscientemente estados prolongados de tristeza, de odio, de frustración, de miedo?

Desde este enfoque, la racionalización de lo que sentimos, el pensamiento como tal, sería tan sólo un proceso secundario que pretende ordenar y dirigir ese desplazamiento que realizamos a través de las diferentes experiencias. Y este proceso racional también puede enfermarnos si le otorgamos un valor en sí mismo.