Comienzo este artículo con una afirmación que defenderé siempre a capa y espada: prefiero leer el periódico y leer un libro, en papel. Necesito ir al quiosco a comprar la prensa. Necesito ir a una librería y elegir el libro que voy a leer.

En relación con la vigencia de la prensa escrita en el entorno digital, resulta incuestionable su supervivencia frente al nuevo medio. Es más, actualmente, la prensa tradicional mantiene su pulso con insospechada fortaleza. Ni en su día la radio, ni décadas más tarde la televisión, ni siquiera ahora Internet hacen visible el «goodbye Gutenberg» que anunciaron algunos profetas de la comunicación hace dos décadas.

La prensa tradicional escrita e impresa en papel volvió a perder mucho dinero en 2014. Los grandes grupos periodísticos tienen casi el 80% de sus lectores en sus marcas digitales, aunque solo el 20% de sus ingresos de publicidad. Por el contrario, el 80% de la publicidad va a sus periódicos impresos, con tan solo el 20% de la audiencia. Los periódicos impresos no se atreven a apostar exclusivamente por lo digital porque creen que el negocio (mal negocio, como se ha visto por los resultados) todavía está en el pasado, lo mismo que algunos grandes anunciantes que, una vez han colocado el 70% de su inversión en la televisión, creen que deben fijar su campaña en los diarios impresos antes que en sus webs.

Desde hace un cierto tiempo, no dejo de alucinar con la experiencia de leer el periódico en la red: el nivel de intrusividad que las ediciones online de la mayoría de los periódicos han decidido aceptar de un tiempo a esta parte crece de una manera exponencial, y con aparente tendencia al infinito. Un simple paseo por la mayoría de las grandes cabeceras españolas, ofrece un panorama desolador: molestas «ventanas emergentes» que «secuestran» al lector, «desplegables» de tamaño monstruoso que impiden la lectura de las noticias.

Está claro que nos encontramos en un período de la transición entre el pasado de la prensa escrita y el fututo de la prensa digital, con el consecuente debate entre unos que dan por muerta a la primera y otros que sostienen que la segunda no podrá cumplir de la misma forma eficaz, las funciones que cumplió la primera.

En mi opinión, los periódicos escritos siguen siendo indispensables, porque en ellos, a diferencia de los digitales, los lectores buscan que les jerarquicen y seleccionen unos hechos, que se los interpreten y que les permitan identificarse con lo que representa un periódico por el que pagan.

Los periódicos escritos tendrán que dar menos noticias, más seleccionadas y mejor analizadas. Primarán así la excelencia ofreciendo grandes reportajes, análisis exhaustivos, y destacadas firmas que aporten opiniones con fundamento. Es probable que en la era Internet se imponga la noticia instantánea, la información continua proporcionada por las grandes corporaciones multinacionales de la información por encima de la tradicional prensa diaria como la conocemos actualmente. Pero el periódico no desaparecerá, sino que se especializará en completar las informaciones ya conocidas, interpretarlas y valorarlas. Cada diario se caracterizará por un estilo muy peculiar en el que intervendrán desde los aspectos formales, el lenguaje, la ideología, la tradición cultural, las preferencias temáticas y los gustos estéticos.

En definitiva, un periodismo de calidad dirigido a un público más cultivado. Ese periodismo de la prensa escrita no podrá nunca desaparecer. Leer un periódico de papel es un rito, casi una celebración.

La prensa escrita tiene la ventaja de dar más detalles sobre las noticias y de informar desde otra perspectiva sobre los acontecimientos: la prensa escrita tarda más en impactar en la opinión pública pero su influencia perdura más en el tiempo. La prensa escrita, no acabará de desparecer: las revistas son uno de los medios escritos más consumidos gracias a su temática y su especialización.

En un momento histórico, con un claro predominio de lo audiovisual, defiendo y propongo una abierta apología de la lectura del periódico impreso. Dice Fernando Savater que «leer un periódico, incluso el peor de los periódicos, es dar el primer paso para escapar de todo aquello que nos hipnotiza y marea».