A través de la historia muchos han sido los que desde el despropósito intelectual han intentado cuadrar el círculo. Como caber, un cuadrado cabe en cualquier círculo, pero transgredir las leyes de la geometría no es posible más que en un estadio mental en el que la metafísica retuerce la realidad y nos conduce por los vericuetos de la entelequia espacial. El empeño en la irresoluble solución, nos lleva directamente a la frustración. El pacto firmado por las organizaciones políticas socialista y de ciudadanos, con todo el boato que permite su firma en los salones del Congreso y el cuidado atrezo cara a los medios de comunicación, aun pleno de buena voluntad no es más que un vano intento de cuadrar un círculo. La imposibilidad de ponerlo en práctica, incluso con la venia dada por la militancia socialista contestando a una pregunta ambigua y que obviaba el patronímico del otro firmante, es tan real como los vanos intentos de los firmantes para recabar los necesarios apoyos de otros grupos de la Cámara para intentar lo que, desde la antigua Grecia, los matemáticos más insignes dieron por imposible, la cuadratura del círculo.

La consulta a la militancia, en un partido en el que la democracia se expresa en el ámbito representativo, teniendo como órgano decisorio entre congresos al llamado Comité Federal, condiciona sin lugar a dudas el debate y decisión de éste. La llamada «cultura de partido» ha primado sobre el desangelado interés de una buena parte de las bases que han decidido dar una imagen de unidad interna ante la próxima exposición pública de su líder en la investidura imposible en la que se ha enredado por decisión propia. La pregunta, incluso tiene trampa en su fondo, ya que abre la posibilidad de sumarse al pacto durante la votación o después, de otra fuerza política, lo que sin duda desvirtuará el documento original sobre el que se pedía la aprobación, al exigir el nuevo firmante la eliminación o añadido de cualquier propuesta o contenido. Es más, da vía libre para cualquier otro pacto como el iniciado con Podemos y asociados.

La denostada aritmética parlamentaria tampoco está con los firmantes del pacto, que por el momento únicamente han logrado la compañía de Coalición Canaria, salvando para las islas afortunadas los denominados cabildos, lo que llamamos en otros lares diputaciones. Los 131 no llegan ni por asomo para afrontar una sesión de investidura con garantías. Ni en primera vuelta, con la necesidad de sumar mayoría absoluta, ni siquiera en segunda, cuando únicamente serían necesarios más síes que noes, tiene posibilidad alguna de salir como presidente del Gobierno el líder socialista Sánchez. Por mucho que se empeñen los firmantes, como algunos de sus voceros, el contenido del documento importa sobre todo a ellos, que lo han negociado, redactado y signado, al resto de fuerzas políticas les importa el que ellos mismos están proponiendo, desde la izquierda radical, con la adhesión de los independentistas, hasta la derecha representada por los populares. Como es lógico y natural, cada cual, y PSOE y Ciudadanos así lo han hecho, proponen un documento distinto y en ocasiones distante del presentado ante la opinión pública por aquellos.

La aritmética parlamentaria por otra parte, condiciona cualquier acuerdo. Las antípodas en política como son Podemos y PP, no pueden, y Ciudadanos lo tendría muy complicado, adherirse ambos al manido documento sin aportar filosofías y praxis totalmente incompatibles. Los tozudos números siguen impasibles al obsesivo empeño de Sánchez y Rivera de acudir en solitario a una investidura insólita, en la que por vez primera se concurre sin tener los suficientes escaños para acceder a la formación de un gobierno. No hay acuerdo posible para conformar un gobierno progresista y reformista, ni Podemos, con el que Sánchez ha estado tonteando desde el 20-D, que es evidente no está por reformas sino por derribo y nuevo alicatado a su manera de las instituciones y Constitución, ni Rajoy, por razones más de rechazo del propio líder socialista que por argumentos políticos, van a estar por la labor de dar su venia a un gobierno, que para unos sería de derechas y reaccionario, y para otros de cesión del derecho democrático a encabezar una propuesta de gobierno con quienes les rechazan una y otra vez. La geometría y la aritmética nos llevan directamente, si no lo evita un nuevo pacto a última hora y en el último instante, a unas nuevas elecciones, que tampoco sería el fin del mundo. Por ahora, el único efecto positivo de tal acuerdo, se concreta en la consolidación como líder de Sánchez en el PSOE. El rechazo a unos nuevos comicios, por temor a un revés electoral, está más presente en las organizaciones políticas que en la ciudadanía, que tiene en las urnas su más fiel arma democrática. Caminante se hace camino al andar.