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Francisco Esquivel

La aventura

Por proceder de un periódico con alma, a la semana de estar en el que debuté de redactor jefe, dije: «Aquí pasa algo raro». Los teléfonos ni sonaban. Dentro del cuartucho del equipo de investigación de la cinta que se ha alzado con el Oscar, no se para de descolgar el fijo. Quienes la protagonizan se parecen un huevo a los que pusieron boca abajo con su descarnada denuncia la ciudad en la que trabajaban. Los estadounidenses suelen acompañar las historias del gremio de una épica que no sé a qué viene. Spotlight es real como la vida misma. El fulano que se dedica a esto es un vocacional de tomo y lomo que va inyectándose en vena la irresistible seducción de contar historias crudas y cercanas con el consiguiente eco y la vanidad que comporta. Acompañado o no de ella, el caso es que absorbe lo que no hay en los escritos y puede desembocar en una jodida desestabilización, salvo que tenga al lado a alguien que constantemente le pone los pies en el suelo y, si se trata de la sobriedad castellana, mejor no soltarse. También es indispensable compartir una travesía vital de este tipo con gente comprometida y curtida en mil batallas y, para tirar adelante, lo ideal es que a la tropa la conduzca el insumergible Jeremiah Johnson. Teniendo ante los ojos el desafío que tenemos y viendo cómo asoma el horizonte, los académicos han dicho dónde vamos colocando a Mad Max por las nubes cuando primero es preciso decirle hasta al papa Francisco que baje de ellas para poner orden y pedir cuentas a quienes deben darla. Aunque algunas de las estrellas presentes en la gala llegaran en avión particular, está bien que aplaudieran el alegato sobre el cambio climático de Leonardo. Para la inmensa mayoría de los que se dedican al cine y la prensa, sobrevivir no es más que eso: enfrentarse a una película tras otra y salir bien librado si se puede.

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