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Marc Llorente

Espectadores encantados

Silvia Pérez Cruz amb cordes

Teatro Principal de Alicante

Diferentes géneros de la música popular circulan en las actuaciones de Silvia Pérez Cruz, como se pudo ver el viernes en un Principal de Alicante abarrotado. Temas ibéricos y de Latinoamérica, canción de autor? Bebió la música desde la más tierna infancia, gracias a sus progenitores, y exhibe notas musicales de folk, rasgos de jazz e incluso de flamenco con su voz casi de cantaora que alarga las vocales con sus quejidos. A ellos dos dedica Vestida de nit, una habanera que compuso su padre Castor a partir de la letra de su madre Gloria. Le acompaña un quinteto de cuerdas, dos violines, una viola, un chelo y un contrabajo, y se entienden muy bien entre todos sin el soporte de las partituras para entenderse mejor. Silvia Pérez Cruz interpreta Tonada de luna llena, Pare meu, el vals peruano Mechita y otras canciones con esa belleza melódica y poética que la cantante transmite a la afición. Músicas del mundo, interpretadas en diversos idiomas, y las piruetas vocales de la sensible artista de Palafrugell. «Por favor, ¿puedes hablar en castellano?», preguntó una espectadora. Y saltó el conflicto. «Estoy a favor de que nos entendamos todos», manifestó. En fin. Los temas propios o ajenos los hace muy suyos. Pone el alma y el corazón, y nos lanza Ai, ai, ai, una de las canciones de Domus (casa en latín), su reciente álbum. El poema de García Lorca, Es verdad, se convierte en Por tu amor me duele el aire. Y una de sus más ovacionadas interpretaciones, Veinte años, se efectúa con el contrabajista Miguel Àngel Cordero. Ahí ofrece toda su altura. A lo largo del elegante concierto fluyen distintas intensidades y tonalidades. Cambios de ritmo con su versátil poder vocal. Expone parte de la letra antes de cantar La tarde: «Las penas que me maltratan son tantas que se atropellan, y como de matarme tratan se agolpan unas y otras y por eso no me matan». Los instrumentos realzan la voz y el sello de Silvia, y ella y los músicos juegan a interpretar divertidas canciones, brevemente, con el mismo sostén rítmico. Busca la participación sonora de los espectadores y concluye con Gallo rojo, gallo negro. El respetable se rindió a sus pies.

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