Se encaramaron al relato de la historia como si ellos hubiesen sido los que hubiesen acabado con el dictador Franco. Pero Franco murió en la cama acurrucado con los suyos. Reescribir la historia para beneficio propio es una de las mayores vilezas que la humanidad contempla. Ante tanto mensaje revolucionario de estos «niñatos», versión Alfonso Guerra, uno se pregunta qué han leído de aquella época. A quién han interpretado de esa maravillosa Transición que hizo posible el «abrazo» entre generaciones, y entre ideologías.

La banalización del discurso frentista es común entre todos los nuevos populismos baratos. Me enerva pensar que mis abuelos, los dos comunistas, fueran más tolerantes que estos advenedizos que interpretan la historia con cuatro clichés baratos y una banda de sectarios dispuestos a dictarnos cómo tenemos que pensar y cómo fue la verdadera historia. Lo bueno del relato de la Transición Española, modelo mundial para muchas democracias incipientes, es que muchas de las personas que la hicieron posible están vivas. Y la relectura de esos pasajes necesita de la participación de esas voces que oculten muchas de las mentiras que arrojan estos nuevos papanatas de la cultura democrática del agitprop.

Fueron años duros donde un eldense, Teófilo del Valle, moría por la violencia policial. Donde se asesinaban a policías y militares, políticos, y periodistas a manos de ETA, hoy representados por Bildu, sus compis electorales. Donde los sindicatos repartían comida por los barrios en las asambleas del calzado ante una huelga que duró más de un mes. Donde las reuniones eternas se producían porque había que correr para defender los nuevos derechos, que eran los derechos humanos.

Una época donde el ruido de sables hacía bailar a unos militares, empeñados un 23 de Febrero de 1981, que estos no saben ni la fecha, ni lo que allí pasó, en abolir las libertades. Y un pueblo, sí, un pueblo, organizado con sus partidos políticos y su sociedad civil en reclamar la libertad como herramienta indispensable de avance. Nadie se quedó atrás, porque todos quisieron sumar.

Que estos adolescentes e iletrados quieran hoy reescribir la historia para beneficio propio solo se puede entender desde el deseo de mandar. El poder como herramienta de opresión al pueblo que ellos dicen servir. ¡Y un huevo! O una docena. Porque esas ruedas de molino administradas como pastillas de beneficencia ya me las conozco yo. Son los mismos que han intentado cambiar vía folclórica las cosas sin entrar en el fondo de ellas. Siempre fue más fácil tomar el camino de la gesta popular que del esfuerzo personal. Todas aquellas personas que dedicaron su tiempo a construir una democracia, a sabiendas de su dificultad, no pueden ser ignoradas.

Tan pronto rescatemos sus narraciones orales, tan pronto los llevemos a los institutos de este país para que nos cuenten cómo fue aquello, tan pronto sea así, desmontaremos las mentiras hilvanadas en una retórica leninista recubierta de falsa libertad.

No creen en aquel modelo que tantas alegrías ha dado a España, porque están dispuestos a desmontar España. Dicen que quieren sumar pero restan a todos aquellos que no piensan como ellos. Tan fácil es el modelo para ellos que cuando se asoman al balcón piden cargos antes que ofrecen soluciones.

Usted, querido lector, sabe que la Transición democrática fue el ejercicio más digno que una sociedad pueda realizar. Por eso, las diatribas, los ejercicios por desmontar aquellos esfuerzos, merecen respuestas democráticas. No hay nada peor para un iletrado que enseñarle el camino de los hechos históricos. España creció, y se fusionó con Europa el día que los españoles dejaron de pensar en sus partidos para pensar en España como realidad de un pueblo. No pensamos todos igual, y esa es una grandeza de los pueblos libres. Y la libertad no puede ser manoseada por unos niñatos que interpretan la realidad pasada como un acontecimiento fúnebre. No fue así. Somos libres porque nuestros antepasados construyeron una sociedad mejor que la anterior. Y en nuestra mano está mejorar muchas de las ineficiencias, pero nunca dejar de soñar que la libertad no se vende al mejor populista, sino que se comparte con el que no piensa como yo. Aprended de la historia, y no falseadla.