E n el camino, más cercano ya, de alcanzar los 100 días sin un Gobierno nuevo y estable, no solo estamos viviendo una inevitable teatralidad en el paisaje político, sino que también estamos presenciando una escenificación de como las circunstancias, en principio solo negociadoras, hacen modificar el programa electoral inicial. Así el PSOE, en la búsqueda de un, más bien, improbable gobierno, ha escenificado con Ciudadanos un acuerdo nutrido de concesiones que modifican los programas de ambos. Concesiones que, tras abrazar la ideología liberal de Ciudadanos, continúan a través de la persuasión que puedan hacer a otros partidos, y sobretodo para conseguir el voto de confianza o de abstención en el Parlamento. Pero la persuasión de este «programa progresista y reformista» ha acabado con la escenificación de aquel otro, el de la izquierda, el de «un gobierno plural y de cambio». Principalmente porque a esta izquierda se le integraría en «unas políticas económicas de la que quiere salir». Mientras, el PP se reserva (no lo tenemos claro) para entrar en escena más tarde intentando forjar (con persuasión y concesiones) unas más bien improbables alianzas o, que el conflicto nos conduzca a unas nuevas elecciones.

Toda esta escenificación, al anverso y al reverso, entre las fuerzas políticas, en el afán y la insuficiencia por encontrar un pacto de gobierno, transcurre en un espacio donde la recuperación de la economía es aún frágil y el desempleo alcanza casi el 21 %. Y transcurre en una Europa perseguida aún por el espectro del 2008. Donde España ha sido hasta ahora el país con el crecimiento más rápido de la Eurozona. Pero mintiéndose aún en el espectro de pobreza del 2008. Y diferenciándose de países como Alemania y Dinamarca que se han recuperado económicamente, o como Francia, que solo apenas se han recuperado. Diferencias éstas, entre países más ricos y países más pobres, que generan tensiones en las decisiones políticas y amenazan la unidad de la Eurozona y de la Unión Europea. Tensiones en una Europa amenazada por el terrorismo y con la necesidad de una política común de mayor seguridad y defensa. Y donde en España, en 2015, se arrestaron 102 personas acusadas de conexiones con el Estado Islámico. Y en lo que va de año, ya han sido arrestadas 12 personas. Pero a esta amenaza se le suma la secuela política desestabilizadora de la crisis de los refugiados. Que se le está yendo de las manos a Angela Merkel. Ya que no solo un alto porcentaje de alemanes están en desacuerdo con el manejo que el gobierno está haciendo de esta crisis; sino que además, movimientos populistas anti-inmigración están tomando una fuerza considerable a lo largo de Europa. Y por si todo esto fuera poco, la peligrosa campaña de Brexit, o divorcio político del Reino Unido, acecha hasta el 23 de junio. Los partidarios ofreciendo unos argumentos soberanistas. Y los que prefieren permanecer en Europa un discurso estratégico-económico. Mientras, David Cameron, que con su vive y deja vivir» doblegó las actitudes contrarias de François Hollande y Charles Michel (primer ministro belga), pretenderá que el destino del Reino Unido sea la Unión Europea.

Las concesiones dadas por la UE ante el desafío y la persuasión de Brexit son un paso atrás para poder seguir caminando hacia adelante. Pero las concesiones que pretenden los actores políticos de nuestro país, parecen no tener ese camino. Sánchez y Rajoy son actualmente los únicos posibles candidatos para formar gobierno: uno, candidato de un PP erosionado por la acción de gobernar y por la corrupción, y otro, candidato de un PSOE inmerso en contradicciones internas. Pero sobre sus espaldas se cierne la idea, en cada uno de sus partidos, de sustituirlos como líderes y candidatos a la presidencia del Gobierno. Y ante esta virtualidad, el único camino de asegurarse no ser sustituidos, es el de ser investido presidente. Y además, Podemos pretende, arriesgadamente, redirigir al PSOE desde su posición de centro-izquierda hacia la izquierda. Mientras que Ciudadanos pretende aglutinar la posición de centro-derecha. Así las cosas, la hipersensibilidad política, el veto en la negociación y la culpabilidad arrojadiza de unas nuevas elecciones están paralizando cualquier camino hacia adelante, hacia un gobierno estable.

Entretanto seguimos teniendo una España funcionando con los Gobiernos de la Autonomías y con unos presupuestos ya aprobados, pero en los que Bruselas demanda más recortes y subida de impuestos. En esta línea, Mario Draghi tiene un amplio apoyo para que el BCE tome acciones más agresivas contra la disminución del crecimiento y la endeble inflación. Y entretanto, seguimos sin voz propia en esta efervescente Europa. Una Europa que la presidencia de Obama ha sido, más bien, indiferente, ya que su mirada ha estado puesta en Asia y el Pacífico.