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Marc Llorente

Apuntes afilados

Marc Llorente

Cómica solemnidad

Rajoy, los suyos y los de su especie recortaron, reformaron y ajustaron en busca de la recuperación económica y de los españoles, muchos de los cuales disfrutan con su precariedad y pobreza. Y son tan felices sin comer perdices. «Somos sentimientos y tenemos seres humanos», dice este señor en una de sus joyas verbales.

Tras esa brillante actuación en la cancha de la política, tocaba romper muros y defender los derechos sociales con garantías y dotación presupuestaria. Una auténtica lucha contra el fraude fiscal, la evasión y la economía sumergida. Un consenso en materia social, laboral o de reformas del sistema democrático, así como la derogación de ciertas leyes vigentes y la creación de nuevas normas.

La estrategia de los socialistas y Ciudadanos es clara en el tablero de juego. Se asientan las posiciones de unos y otros de cara al escenario de nuevas elecciones con el fin de echar la culpa al vecino. Sobre todo a Iglesias por parte del soldado Sánchez, al que Rivera salva efímeramente en esta crónica de un desenlace anunciado.

La campaña electoral sigue, sin empezar aún la que se vislumbra en el horizonte, y se prepara la investidura en el guiñol del Congreso. Lanzarán fuegos artificiales en la calle y serpentinas en el hemiciclo. Y sonará una misa de réquiem por el postureo en sesión continúa. Un viaje a ninguna parte con secuelas para el líder del PSOE.

Con la venía del comité federal y el recelo de la vieja guardia del Jurásico, Pedro no ganará el Oscar en las Cortes pero aspira a ser jefe del Ejecutivo sin tener ninguna rigurosa aspiración, y al ciudadano Albert le gustaría ocupar la vicepresidencia que anhelaba ingenuamente Pablo. Para este trayecto no hacía falta esta espera dilatada.

La mayoría no puede aplaudir cuestiones contrarias a sus intereses. Ni cualquier tipo de continuidad en las políticas económicas y laborales, servida para que el PP y Rajoy, en funciones, se sumen a un banquete que rechazan para no sentirse humillados en la mesa. De modo que seguimos atrapados en el tiempo con tanta solemnidad cómica y vacía.

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