Entre poesía eclesiástica, mística, religiosa y político-callejera-demagógica y fea, hay un gran abismo. La primera es un diálogo con Dios desde la Fe y la espiritualidad de cada uno. La otra con el elector que lo tiene que colocar en un sillón para cobrar y gobernar. A ambos se llega por diferentes caminos. Es una elección. Pero cuando se trata de fusionar ambas cosas, surgen, en ocasiones, la ordinariez y ausencia de belleza, vendiéndola como la nueva verdad revelada que emana de la nouveau politique. Porque el lenguaje utilizado, para esta última, difiere de la belleza y lo sagrado, traspasando esa línea invisible cuyo fin es el adoctrinamiento de la sensibilidad por el camino de lo vulgar.

Ha sido noticia recientemente el show de los títeres conteniendo personajes sensibles como monjas, guardias civiles y jueces ahorcados, para representarlo, en su mayor crudeza, ante chavales que tal vez no entendían nada. Los pobres titiriteros no tenían ninguna culpa, pues tal vez, antes de ir a Madrid a un espectáculo infantil, lo habrían hecho por las ikastolas del país vasco. El error fue hacerlo fuera de sus fronteras.

De igual manera podríamos pensar que el espíritu catalán del «yo diferente» y «España nos roba», que pudo empezar hace varias generaciones con un vigor de tipo nacionalista ha ido evolucionando hacia una fuerza independentista. Pero tampoco se estaba allí.

Respecto a nuestro entorno más próximo, podemos mencionar la sentencia condenatoria a la concejala alicantina, por las expresiones vertidas en la red «injuriosas, hirientes, innecesarias e insultantes» a la Corona. Los pitidos al Himno Nacional y lo que representa éste para los españoles, también juzgado, se ha considerado libertad de expresión. Que se pongan de acuerdo, porque está en juego la sensibilidad de la gente. Bueno. Para quien la tenga.

Por si fuera poco, seguimos, el recital ofrecido por la poeta catalana, en el salón del Ayuntamiento de Barcelona en una gala literaria, que aunque la autora defina lo suyo como poesía goliardesca, además de fea, resultó sórdida adueñándose del Padrenuestro, mensaje sagrado del ritual cristiano, para convertirlo en la exaltación idólatra del aparato reproductor femenino en su modo prosaico.

Y más. Las activistas feministas que asaltaron la capilla de la Complutense, local alquilado por la Diócesis de Madrid, para dar servicio a quien quisiera usarla, -como usan la cafetería-, se soltaron agusto al son de frases insultantes, ordinarias, luciendo sus torsos un sostén negro, ad hoc, para provocar al cura y al personal, en pleno recogimiento espiritual. ¿Y si hubieran sido alguna de nuestras hijas?

Si no nos conformábamos con las ofensas espirituales tampoco se quedan atrás los asaltos a la sensibilidad. Nos referimos a la exposición sobre sonrisas verticales, en todas sus posiciones ginecológicas y pragmáticamente eróticas, que adornaban el pasillo por donde tenían que pasar los niños que iban a ver, de nuevo, otros títeres. Y no digamos del folleto explicativo que colgaba de la web oficial.

No es que nos escandalicemos a estas alturas de la vida. Tampoco es cuestión de juzgar a nadie. Es cuestión de buen gusto. Y sé muy bien por qué lo digo. Pero estamos hartos de volver siempre al trío verbal ofensivo hecho a medida de cada uno. A saber; Guerra Civil, Iglesia, sexualidad y ahora Dios. Desde luego, flaco favor les hacen a un feminismo culto y responsable, que tanto trabajo ha supuesto para situar a la mujer en la sociedad, en igualdad de oportunidades como nos merecemos. Absoluta y totalmente una falta de sensibilidad, tolerancia y respeto quienes así se comportan. Amén