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Jorge Fauró

El amigo asesino

Hay noticias sin pena ni gloria. Por ejemplo: los astilleros públicos españoles, en concreto la empresa Navantia, están a punto de firmar un contrato con Arabia Saudí para la construcción y equipamiento de cinco corbetas que reforzarían el programa de defensa marítima de los reyes del petróleo en su área de influencia, una zona demasiado caliente como para mantenerla sin resguardo de la Armada. No he conseguido localizar los términos económicos del contrato, pero la última adquisición similar efectuada por Arabia Saudí consistió en la compra de cuatro fragatas a la US Navy por 11.250 millones de dólares, armamento, sistemas y mantenimiento permanente incluidos. Calculen, por tanto, los beneficios que la operación deparará a unos astilleros, los de Cádiz y Ferrol, sin apenas actividad. Por lo que parece, Arabia Saudí es eso que se llama un país amigo. La familia real es bien conocida en Puerto Banús, y el Gobierno español, con independencia de su color político, siempre ha mantenido, vía Casa Real, unas excelentes relaciones con aquel estado, cuyas reservas petrolíferas son las segundas más grandes del mundo, después, curiosamente, de las de Venezuela, cuya amistad con España parece menos íntima. Zarzuela suspendió la visita oficial que Felipe VI tenía previsto realizar a Arabia Saudí a mediados de este mes con la excusa de que en España aún no había gobierno. En realidad, la Casa Real prefirió no tener que explicar por qué son tan excelentes las relaciones con una dictadura que arrancó 2016 con la ejecución de 47 personas no afectas al régimen de los petrodólares. Y es esta doble moral de nuestro Gobierno la que resulta especialmente molesta, por cuanto confirma que nuestros mandatarios manipulan a la opinión pública a su antojo, la toman por un objetivo electoral dócil, sumiso, idiota, y al que no conviene sacar de ese estadio, y, por consiguiente, revela la existencia de una masa de ciudadanos incapaz de efectuar el menor análisis del mundo en que vive. Se manipula vinculando a Podemos e incluso al PSOE con dictaduras como la de Venezuela, pero se firman contratos milmillonarios y se preparan visitas oficiales al más alto nivel con regímenes del terror como Arabia Saudí, donde la vida humana vale infinitamente menos que una gota de combustible. Pero Nicolás Maduro jamás veraneó en Marbella o en Puerto Banús, y eso es imperdonable para una parte de la clase política española, tan celosa con la moral y la ética y, como todo el mundo sabe, intolerante y firme con la corrupción.

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