Pese a que algunos intentarán hacerlo pasar como la gota que colmó el vaso, lo cierto es que la «chorrada» de la edil Marisol Moreno, que merece quedarse sin el acta o sin competencias si se resiste a dejar el cargo público pero no acabar en la Fiscalía, no es más que eso, una estupidez de alguien que ha confundido la política y la defensa de los intereses de los ciudadanos con la nadería de decir, sin reflexionar, lo primero que se le viene a la cabeza, que ha demostrado no tener demasiado bien amueblada para sentarse en el salón de plenos del Ayuntamiento de Alicante. Pero, insisto, lo anterior no es más que una anécdota, una floritura más del verdadero problema que arrastra el tripartito en el Ayuntamiento de Alicante desde el inicio de esta legislatura: no hay pacto de gobierno, lo que hay, lo que se firmó, es un acuerdo de reparto de competencias para que cada cual haga de su capa un sayo y así es imposible gestionar un municipio. Se sumaron votos para dar la alcaldía a Echávarri, el Urbanismo a Pavón y no sé qué a Bellido y ahí acabó todo. Los números cuadran, pero las cuentas no, es decir, se tienen los votos para rechazar las iniciativas de la oposición pero se usa el presupuesto municipal para satisfacer los egos de cada cual porque no hay un objetivo común, una dirección en la que llevar esta nave llamada ciudad de Alicante. Se anteponen los intereses de cada uno de los tres grupos políticos que forman este «tripartido», se cultiva la desconfianza entre los socios y nadie se muestra dispuesto a renunciar a nada en pos de un fin concreto, simple y llanamente porque no lo hay. No es suficiente para formar gobierno local y llevar las riendas de esta ciudad estar en desacuerdo con cómo se ha gestionado el Ayuntamiento de la capital de la provincia durante los últimos 20 años, en eso es fácil encontrar el consenso, se requiere marcar un rumbo, una meta, y eso es lo que no tenemos.
