ientras Esperanza Aguirre se va de la política día sí día no (deja la presidencia del PP de Madrid pero no el puesto de concejala y portavoza en el ayuntamiento); mientras Mariano Rajoy se matricula en un máster de salvamento y socorrismo día sí día también al quedar vacante las plazas que dejaron Chaves y Griñán (Rajoy sigue de presidente nacional del PP y candidato subsidiario a presidente del Gobierno, igual que Chaves y Griñán lo fueron del PSOE); mientras Pedro Sánchez lee, sin enterarse ni entender, las humillantes condiciones que le exige Podemos para ocupar los salones de Moncloa (los podemitas se lo han escrito muy claro en perfecto cirílico); mientras Albert Rivera se afana en buscar una identidad propia dentro de su impropia identidad al tiempo que busca el don de la ubicuidad (o con ayuda de Diógenes un hombre que pueda relevarlo de vez en cuando para no morir de sobreexplotación presencial); mientras el separatismo periférico de todo pelaje afirma que la nación española es un concepto discutido y discutible -Zapatero dixit- pero que las repúblicas catalana, vasca o gallega son indiscutibles (advirtiendo al resto de españoles que en ese tema nada tienen que opinar ni votar, lo que llaman diálogo democrático consistente en el silencio); mientras eso ocurre, Pablo Iglesias, líder ético y profeta estético de Podemos, reclama la vicepresidencia del Gobierno -el que quede de España tras las secesiones, «I presume»-, además de RTVE, el CIS, el CNI y el BOE; es decir: el control de la información, las encuestas, la opinión, los datos relevantes, la seguridad e inteligencia del Estado -espionaje incluido- y la Gaceta donde se publican los nombramientos, ceses, disposiciones legales y otras fruslerías. Igual de goloso que el ministerio antidesahucios, por eso no lo pide, ni lo crea.

Iglesias (venido al mundo de la alta política hace un par de meses, más o menos) utiliza a Sánchez (venido a la política alta hace un par de semanas, menos o más) como Sánchez usa al PSOE (partido venido a la política hace 136 años nada menos). El uno necesita al otro para su fin último, enterrar al PSOE, y el otro necesita al partido para ser presidente, aunque destruya al PSOE. Pedro presidente por accidente y Pablo presidente de facto sin caerse del caballo. Una versión deconstruída del ludismo siglo XXI, movimiento obrero nacido en la Inglaterra del siglo XIX cuyo fin era destruir lo que consideraba nocivo, las máquinas del progreso. Por cierto, el ludismo español se bautizó en Alcoy el 2 de mayo de 1821 cuando 1200 obreros quemaron 17 máquinas de hilar temiendo que les dejaran en paro. La Historia lo ha demostrado: gracias al comunismo sin fronteras ya no hay máquinas explotadoras, ni proletarios, ni proletarias.

No deja de tener su morbo que el líder de Podemos, defensor del régimen chavista venezolano -cuyo principal enemigo es EEUU-, reclame para sí, como futuro vicepresidente, el control de la seguridad e inteligencia nacional, y el servicio de espionaje. Y tampoco deja de tener su morboso toque «naíf», por infantil y conmovedor, meditar hasta qué punto las grandes potencias occidentales, con EEUU a la cabeza, abrirán su jardín secreto para que el amigo Pablo, camisa arremangada, coleta al viento, montado en blanco rocín y sin bajarse de él, acceda libremente a los más recónditos secretos y planes de defensa que guardan los servicios de inteligencia del mundo libre. Imagino lo que pensará de todo esto el teocrático régimen de Irán, demócrata y amigo de occidente.

La historia de Podemos aún no se ha escrito, pero tengo para mí que algunos de sus capítulos más relevantes ya están grabados en la hemeroteca de la vergüenza. A ellos y ellas no parece que eso les importe mucho, dado el grado de relativismo ético que practican. Pero la Historia suele ser tozuda y gusta reflejar lo que sus protagonistas preferirían ocultar. Esta semana Javier Barbero, concejal de Seguridad del Ayuntamiento de Madrid, sufría un acto de acoso -¿escrache?- por parte de 300 policías municipales. Barbero -¿comido por el miedo?- se refugió en un bar de comidas hasta que escapó en el coche oficial, no en bicicleta. Según medios de comunicación el concejal participó años atrás en un escrache contra Ruiz Gallardón. Lo que entonces ellos y ellas llamaban derecho a manifestarse, libertad de expresión y nuevas formas de participación ciudadana, Barbero lo tacha ahora de «fascistas que incitan al odio».

Odio, rencor, revancha y provocación. ¿Cómo definirían ustedes dos el «Padrenuestro» recitado por Dolors Miquel en los Premios Ciudad de Barcelona defendido por Ada Colau? «Madre nuestra que estás en el cielo, santificado sea vuestro coño?» ¿Poesía, o son insultos dirigidos sólo contra la religión católica? El jueves era juzgada Rita Maestre, concejala podemita del Ayuntamiento madrileño, por entrar junto a otras personas en la capilla de la Complutense y, en presencia del capellán y varios estudiantes que rezaban, quedarse en sujetador al tiempo que se gritaba: «vamos a quemar la Conferencia Episcopal» o «arderéis como en el 36». ¿Suena eso a respeto, reconciliación y tolerancia? Rita dijo ante el juez que un torso desnudo no es un gesto ofensivo. Entonces, ¿por qué no se presentó así en el juzgado?