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No hay forma. La que fuera alcaldesa puso Alicante en boca de todos gracias a los sonrojantes relatos sonoros con sus amistades peligrosas y una edil del equipo de Gobierno ha tomado el relevo en lo que a vocerío se refiere porque a la chavala, autoproclamada La Roja, se le va el bocado. Los que han merodeado cerca aseguran que, al tratarla, parece una mosquita muerta. Que estaba hecha un flan a su paso por la Audiencia Nacional. Pero el caso es que acaba de salir de la misma condenada por delito de injurias a los borbones y, para defender una cuestión que estima de ley, acaba de levantar acta de que, cuando gobernaba, el pepé celebró sus juntas de Gobierno en un club de alterne, más concretamente en D'Angelo. Si es como dicen que resulta en la distancia corta, con esta nueva cornada parece obvio que Marisol Moreno sufre trastorno de personalidad. Se ve que, ante el peligro, se crece y ya no hay quien la detenga. Pero tiene estructuras de partido y responsables municipales a los que les ha puesto muy difícil continuar en plan contemplativo respecto a sus salidas de tono y, manque les pese, la última ha sido en pleno ejercicio de sus funciones, con la representatividad que el puesto otorga y, en teoría, sin esa ligereza de cascos que la feria de tuits genera. Lo primero que debería hacer es aportar pruebas incriminatorias. Cuesta pensar que alguien suelte esta andanada al tuntún. Porque esas juntas que señala estaban compuestas por varones y por féminas. ¿Ellas también se sumaban, Marisol, o se quedaban esperando en la puerta a los machotes? Es una manera muy particular la que esta mujer tiene de defender lo que considera causas justas. Ni ha metido la mano en la caja ni ha recalificado a espuertas, eso es obvio y, diferenciar, conveniente. Pero al zaherir, lo que consigue es el efecto contrario. Con perdón, es que es mucha polvareda.

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