Hace dos meses de las elecciones generales y seguimos sin Gobierno. Y ya veremos cuándo estará. No va a ser un camino fácil. El que primero debió intentarlo, que era Rajoy, no se atrevió, y cuando Pedro Sánchez lo intenta, lo descalifica. Cierto que el PSOE lo tiene difícil, máxime con tantos equilibrios como quiere hacer, pero de ahí a lo que hay que oír de alguien que ni siquiera se ha atrevido a intentarlo, media un abismo.

Es inconcebible que, después de los últimos resultados electorales, de la reacción de todas las fuerzas políticas, incluso de sectores propios, y del permanente goteo de noticias relacionadas con la corrupción, Rajoy siga al frente del PP y casi amenazándonos con que se puede volver a presentar. Que lo haga y ya se verá.

La legislatura que gobernó pasará a la historia como la causante de un tremendo retroceso social en España. Si la situación que encontró no era fácil, la ha empeorado. Los datos de desigualdad y exclusión social son escandalosos. Ha fracasado en la lucha contra el paro: la bajada relativa tiene más que ver con la reducción de la población activa, hay menos gente trabajando que cuando él llegó; el retorno de emigrantes y la salida de nuestros jóvenes hacia el extranjero. La precaridad y temporalidad en el empleo se ha convertido en lo habitual (más del 90% de las nuevas contrataciones). Se dificulta injustamente la jubilación a muchos españoles y se actualizan las pensiones existentes en espectaculares subidas anuales del 0,25% pero, eso sí, con carta de la ministra diciendo lo buenos que son. El paro juvenil supera el 50%. La deuda pública supone más de un billón de euros. Ha subido más de 300.000 millones en los 4 años de Rajoy y casi alcanza el 100% del PIB. El nivel de endeudamiento ha crecido peligrosamente con su mandato.

En cambio, sí han demostrado eficacia en otras cuestiones: empezaron el año denunciando a Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid, por la vestimenta de los Reyes Magos, que seguía a la de otros concejales por chistes en «tuits» de hace años, o lo más reciente de unos titiriteros, que han estado más tiempo presos que otros por estafar y hacer desaparecer cientos de millones de euros. La señora Carmena, que es cierto que no ha tenido mucha suerte con alguno de sus colaborares, manifiestamente mejorables, estará asombrada, como mucha gente, de ser motivo de tanta atención por tales hechos y por alguien que tiene tantas otras cosas de las que preocuparse.

Lo de los titiriteros es posible que sea importante para el futuro de España, pero de lo que no tiene duda nadie es de que no podemos seguir con las prácticas corruptas que se vienen destapando. Son demasiados casos para decir que son aislados. Más parecen producto de una determinada política. Esperanza Aguirre, ante su enésima dimisión, dice que de 500 cargos que ha nombrado, sólo dos han salido ranas. Tal vez, pero también habría que contar a los renacuajos, sapos y demás especies porque el número parece escaso. Hay toda una fauna adaptada a un determinado hábitat, especialmente en Madrid y Valencia, que se ha incubado desde el poder y se ha transformado en depredadora de recursos públicos única en su especie. Y no vale con decir: «A partir de ahora no vamos a dejar pasar ninguna», según Rajoy. Porque la pregunta siguiente es: ¿ Cuantas has dejado pasar y porqué? Falta credibilidad, quién ha sido parte del problema no puede ser parte de la solución. El PP necesita una profunda regeneración en su práctica y en su dirección. Algunos de sus dirigentes así se manifiestan. En Europa estos cambios ya se habrían producido. Se está dañando a la imagen de España no asumiendo las evidentes responsabilidades políticas.

Por ello, aún resulta más urgente el cambio político. El PSOE, que debe liderarlo, ha de optar entre un modelo «light» que pueda representar Ciudadanos, con muchas dificultades en apoyos, u otro, el de Podemos, más de izquierdas y con más apoyos previsibles, aunque también con dificultades compartidas. Que haya suerte pero que se den prisa, por favor.