Me he tragado, pestañeando lo imprescindible y negándole cualquier conversación a mi colega, el que duerme conmigo en el cajero automático, el documento entero de Podemos propuesto como base de negociación para un futuro gobierno de coalición.

Es imposible en un artículo periodístico analizar cada frase, cada propuesta o cada idea de las que el documento está lleno. Hay que alabar el trabajo serio de las personas que han colaborado en la elaboración de semejante tocho. Noventa y ocho folios densos y documentados. No me cabe la menor duda de que los escritores de tal texto saben lo que hacen. No cabe llamarles indocumentados, advenedizos ni colectivo de okupas de ultraizquierda que no tienen ni idea de por donde les da el aire.

Algunas cuestiones me han resultado dignas de mención y sobre ellas me atrevo a escribir aquí, aún a riesgo de que me breen a hostias. Tal cosa a estas alturas de mi existencia me importa un bledo, por ser educado y no decir un cojón de pato. He sido depredado, puesto en la picota, insultado hasta la saciedad y sobrevivo con mi colega de cajero ejercitando la libertad como un Diógenes redivivo que puede atravesar el Sahara con media docena de polvorones por todo alimento.

Veo -ahora que está de moda la palabra- demasiado «postureo», movimientos teatrales o incluso una soberbia fuera de lugar en las actitudes de Podemos -yo que los he votado, ojo-.

Las negociaciones para un gobierno hay que hacerlas a puerta cerrada. Tienen el mandato de más de cinco millones de españoles para intentar gobernar. En coalición, porque las matemáticas no dan para gobiernos en solitario, sepultadas por voluntad popular las mayorías absolutas y el bipartidismo. Por favor, enciérrense en una habitación con agua y alimentos frugales, con aseo y duchas a mano. Dejen en la puerta las políticas de máximos y lleguen a un acuerdo para un gobierno de izquierdas. Todo acuerdo implica ceder y toda acción de gobierno implica ceñirse a la legalidad -hasta que haya mayoría bastante para cambiarla- y ceder en los postulados propios porque de lo contrario las coaliciones son imposibles y el gobierno también. No seamos una república bananera.

Me fijo en lo que me toca -antes de jubilarme inexorablemente- cuando hablan de la estructura del gobierno y la alta administración del estado. ¿Dejan el Ministerio del Interior solo con una Secretaría de Estado de Interior? ¿Dónde encuadramos a la Policía, a la Guardia Civil y a las Prisiones? Si. Ya sé que un poco más adelante hablan de cargos importantes que deben ser nombrados por consenso, entre los que están los directores generales de la Policía y la Guardia Civil y el secretario general de Instituciones Penitenciarias. Solo faltaba, esos y muchos altos cargos más, en un gobierno de coalición deben ser elegidos por consenso pero? ¿Le va usted a quitar a los ministros la facultad de nombrar a quienes van a conformar su equipo de estrechos colaboradores? ¿Qué pinta el ministro entonces? Nadie quiere un cargo si le imponen -los mal pensados dirán que como submarino o como quinta columna para controlarlo- al equipo que tiene que trabajar con él cada minuto. El que tiene la responsabilidad debe tener la capacidad. Lo contrario, como dicen en mi tierra, el pueblo del famoso alcalde Mehincho, son «pollas en ollas» -en Granada esa palabrota no está considerada taco ni insulto ni exabrupto-.

¿De verdad que hay que crear un Ministerio de Plurinacionalidad y hacer por la vía de urgencia un referéndum en Cataluña? ¿Cuánto cree usted, compañero Pablo, que van a tardar los vascos en pedir otro? Los etarras están en liquidación por derribo y hace años que no pegan un tiro, pero yo, que los conozco como a la palma de mi mano, sé que han matado y organizado auténticas hecatombes solo para exigir el referéndum que usted ofrece gratis porque unos cuantos han dado el coñazo lo suficiente. Cuando usted, compañero Pablo, no había ido ni a la universidad, yo andaba por las montañas vascas disfrazado de lagarterana y peleando por la Constitución y la forma de Estado que ahora parece poder orillarse sin el menor esfuerzo. Esa no es una cuestión vital ni prioritaria. Trabajen para cambiar la Constitución, no seamos más papistas que el Papa, recojan en ella lo que les dé la gana y el pueblo apruebe en las urnas y luego hablamos de realidades que, a día de hoy, tienen imposible encaje en ella.

Trabaje por una justicia gratuita y eficaz para convencer a quienes hemos dejado de creer en ella. Derogue la Ley mordaza, la Ley Wert y la Reforma Laboral. Luche efectivamente y de las mil maneras posibles contra la corrupción. Cárguese de un plumazo los privilegios procesales de tanto aforado. Disuelva las inútiles diputaciones provinciales. Favorezca el enjuiciamiento de delitos de lesa humanidad promoviendo la Justicia Universal. Establezca el iva superreducido para artículos de primera necesidad y cruja a impuestos a los que les sale el dinero por las orejas, pero no le suba el IRPF a los curritos de a pie, búsquelo en quienes invierten en las Sicav y en los fondos buitre.

Si usted y los socialistas no se ponen de acuerdo para un gobierno de izquierdas, los electores les van a pasar factura. La derecha, con Cifuentes a la cabeza, los va a barrer del mapa en esas elecciones de junio que miles y miles de españoles no quieren.