Paciencia

Por una vez nuestra provincia ha sido protagonista esta semana de un acontecimiento positivo y que ojalá cree un precedente. Pues resulta que en Ondara, pueblo de 7.000 habitantes de la Marina Alta, el Ayuntamiento ha sometido a sus habitantes a una encuesta a través de Internet, para que se pronunciaran sobre la conveniencia o no de mantener los festejos taurinos de las fiestas, protagonizados por los tristemente famosos «bou embolat» y «bou encaixonat», admitiendo que estas modalidades de fiesta son incompatibles con el respeto animal. La mayoría de los vecinos respondieron estar contentos con los festejos taurinos de la Feria de Sant Jaume, pero no con las prácticas citadas en las que se sueltan toros con bolas de fuego en los cuernos (bou embolat) o los encierran en estrechos callejones durante largo tiempo para soltarlos después muy enrabietados. Se ha impuesto pues la cordura y el civismo de la población frente al maltrato animal, muy extendido por estos lares; no desaparece la diversión taurina pero sí las modalidades crueles. Menos da una piedra. Así que quienes defendemos un trato digno y civilizado a los animales podemos estar contentos puesto que la paciencia y la continuidad en las protestas han surtido efecto, al menos en estas tierras, y ojalá que cunda el ejemplo en todos los municipios. Pero el título de este artículo, Paciencia, tiene por destinatarios principales a nuestros gobernantes puesto que la están poniendo a prueba, empezando por el gobierno local. El martes el periodista Jorge Fauró ironizaba sobre el enfrentamiento del tripartito municipal de Alicante, en una ciudad necesitada de actuaciones y no de gestos, resumiendo éstos en nueve meses de gobierno donde lo que destaca es «la protección a los gatos, impedir que la banda municipal participe en la Semana Santa, regular la ocupación de la vía pública sin agotar todas las vías de diálogo con la parte afectada o bloquear la instalación de un belén en dependencias municipales». Siempre he pensado que la solución adoptada tras las elecciones municipales de llegar a un acuerdo a tres partes para dirigir la ciudad era positivo, y desde luego mejor que las mayorías absolutas que suelen desembocar en el absolutismo. La corresponsabilidad parece lógica, pero los gestos deben dar paso a actuaciones necesarias para la ciudad y no consumir todas las energías en las a veces innecesarias pequeñeces; no debe olvidarse que una parte de la ciudad recibió con recelo esta hasta ahora nueva fórmula de gobierno, y los enfrentamientos estériles favorecerán la desconfianza. Ni bueno ni conveniente. Pero donde los españoles estamos dando muestra de una santa paciencia es en las negociaciones para los posibles pactos que permitan formar el gobierno de la nación; si ello nos lleva a unas nuevas elecciones sería imperdonable, además de un fracaso de la política. Hoy por hoy quien está poniendo palos en las ruedas es el señor Pablo Iglesias quien, con su actitud, parece desear esa nueva convocatoria electoral que, de llevarse a cabo, le pasará factura por mucho que las encuestas vaticinen un incremento de votos para la formación Podemos. Y es a Pedro Sánchez a quien corresponde demostrar sus dotes de estratega para conseguir ese delicado equilibrio que conduzca a un entendimiento, tan necesario en estos momentos. El Partido Socialista ha aceptado el envite de formar gobierno y es ahora cuando debe demostrar habilidad en la alta política, sin aceptar chantajes; no se debe acceder al poder a cualquier precio porque eso termina pagándose. Lo mismo que el señor Rajoy debería facilitar la gobernabilidad mediante la abstención, en el caso de que el señor Sánchez alcance el éxito en sus negociaciones para un pacto de gobierno. El caso es que entre unos y otros están abusando de nuestra paciencia sin pensar que ésta puede agotarse. La paciencia es una indudable virtud que los españole