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El juego de las sillas

Hasta ahora, los dos grandes partidos que se han turnado en el gobierno de la Generalitat y en el de España -el PP y el PSOE- se habían dedicado a mercadear con la financiación autonómica. A pesar de que el expolio que sufre la Comunidad en el reparto de los fondos del Estado se remonta a más de una década, unos y otros habían usado ese discurso en función de sus intereses. Cuando gobernaba Zapatero, los socialistas callaban mientras el PP clamaba contra Madrid. Y cuando llegó Rajoy a La Moncloa, el PSPV cambió su mensaje a la vez que los populares, en un complicado juego de equilibrismo, levantaban la voz en Valencia pero se quedaban mudos cuando cogían el AVE o la A-3 camino de la capital del Reino. Ahora ese «jueguecito» ya no les vale: está en cuestión la viabilidad de la Generalitat como institución y la capacidad de autogobierno de los valencianos. O llega el dinero que nos corresponde; o el Consell no podrá seguir ejerciendo de forma efectiva sus competencias, especialmente los servicios públicos básicos. Ximo Puig ha logrado algo que parecía impensable: sentar en una mesa y reunir en una misma fotografía a políticos de todos los colores para exigir que la Comunidad tenga un trato justo. Esa letra la firman todos. Pero es un gesto efectista que, por ahora, no incluye ningún acuerdo concreto. Toca ahora esperar el color del Gobierno que se forma en Madrid para que la música empiece a sonar. Y entonces veremos, como en aquel viejo juego de niños, los que se quedan en esas sillas para exigir lo que le corresponde a la Comunidad. Y los que, de una forma irresponsable, se acaban desmarcando. Nos jugamos demasiado: el futuro. Ténganlo en cuenta.

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