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No puedo dejar de agradecer a quienes me alegran el día con ocurrentes envíos. Ahí va el último: «Soy García, de homicidios, ¿quién es?». «Agente Escobar». «¿Qué ha pasado?». «Asesinato de un varón de 38 años. Su madre le ha dado seis puñalás por pisar lo fregao. «¿Han detenido a la madre?». «No, todavía está mojado». Repasando la historia de las tareas domésticas, hasta el XIX los únicos varones que se hacían la cama eran los que provenían del ejército o la cárcel. Desde hace algunos años -no demasiados tampoco- bastantes padres exigen a sus criaturas que se la hagan. Según los entendidos, se trata de la primera responsabilidad transferida a los nanos, quienes, de esta forma, ganan en autonomía. Estoy completamente de acuerdo. Y lo sé porque salí del seno materno a los 23 tacos y, como no había hecho la mili ni pasado por la trena, procuré independizarme de hacerla todo lo que pude y aún recuerdo cuando freí el primer huevo que, al echarlo con cáscara y todo, costó lo suyo. Volviendo a la cama, para algunos psicólogos, los que la hacen poseen dotes organizativas, son activos y con un proyecto de vida, mientras que los que pasan de ello no suelen alcanzar un rendimiento óptimo en su vida laboral y personal, tendiendo a que se lo den todo hecho y a dejarse llevar. No se lo van a creer, pero la londinense uni de Kingston ha estudiado la cuestión. Es fascinante que se hagan estudios de todo y es que, además, disiente. Sostiene que colocar las sábanas es perjudicial para la salud porque alarga la vida de los ácaros. Madre del Amor. He pensado en el asunto al ver a Carlos Fabra en el patio de la cárcel de Aranjuez y llegarnos que, entre los reclusos, es un privilegiado ya que les suministra tabaco, pasta para tarjetas de teléfono, patatas... Los ácaros pueden estar la mar de tranquilos en su caso. A él no hay quien le haga la cama.

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