El tránsito de Esperanza Aguirre por la política madrileña como baronesa del PP de Madrid fue accidentado desde el primer día, con su acceso a la presidencia de aquella comunidad autónoma gracias al conocido tamayazo que apartó del cargo a los socialistas que habían ganado las elecciones. Y termina ahora con su retirada dejando atrás 22 imputados por corrupción entre altos cargos del Gobierno y del partido nombrados directamente por ella, por más que se empeñe en subrayar que sólo dos le salieron «ranas». Igual que en su momento Francisco Camps insistía en que se le juzgaba solo por «dos trajes».

A lo largo de todos estos años, a la lideresa madrileña le han ido estallando casos varios, como el del espionaje, Gürtel o Púnica, siempre con la presunta financiación ilegal del PP como trasfondo. Y ella nunca se enteraba de nada «hasta donde» ella sabe. Curioso caso de ignorancia que se repite como un clon con Rita Barberá en Valencia. Eso sí, con un tono de altanería inapropiado en quienes han dejado cecer a su alrededor un estercolero.

Después de su no retirada de la política tras renunciar a su escaño autonómico para mantenerse como presidenta del partido, ahora intenta repetir la maniobra y seguir como portavoz de su partido en el Ayuntamiento de Madrid. Y además, aprovecha para meter un rejonazo en todo lo alto a un Mariano Rajoy que intenta resistir desde la fortaleza de la Moncloa el asedio de propios y extraños y evitar que la marea de corrupción que anega su partido termine por llevárselo corriente abajo hasta el sumidero de la historia.