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Francisco Esquivel

Las réplicas

Como saben, componentes del ente provisional que dirige la nave en el territorio nacional fardan de que el personal ya no habla del paro. Nadie quiere saber nada de ellos a la hora de pactar para perpetuarlos por los logros obtenidos, pero no obstante se quieren. Si al designado por el rey finalmente se le esfuman los sueños, no tendríamos nuevo Gobierno hasta bien entrado septiembre, por lo que Rajoy permanecería muchísimo más en funciones que funcionando y, al continuar colgado de la cornisa, imagínense la de tiempo que va a tener Esperanza para dimitir más veces. Todo anda tan estupendamente que a ninguno de los coroneles económicos del Ejecutivo central -el general duerme en sus laureles- se le ha escuchado referencia alguna sobre la posibilidad de otra gran recesión de la que hablan no pocos analistas y, lo que es peor, si se concreta y no lo hemos advertido, no está ni siquiera Zapatero para echarle el muerto. En fin, un desastre. Ignoro si la reducción del ritmo de crecimiento, espoleada por el frenazo de los países emergentes volverá a darnos otra alegría para el cuerpo, Macarena. Aunque los mercados y la plebe no hacen más que rezar, la cuestión es que a quienes tendrían que tomar medidas se les ve tan campantes a pesar de que el endeudamiento público y privado mundial roza el 300% del pib global y que los observadores advierten de que el momentazo del Deutsche Bank amenaza con tomar el relevo del estupendo Lehman Brothers. Bendita globalización. Los organismos pertinentes estarán lo tranquilos que quieran, pero hay algo que mosqueante al menos sí que es: un multimillonario australiano se ha propuesto que zarpe para 2018 una réplica exacta del Titanic a fin de cubrir la misma ruta del original. Se desconoce si el gachó contará con una flota completa pero, aun así, ¿a que da mal presagio?

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