Si a los jóvenes les preguntásemos que es un Monte de Piedad, casi todos creerían que nos referíamos a un lugar de culto donde los creyentes de alguna religión irían a orar o a redimir sus culpas. Para las nuevas generaciones sería una gran sorpresa conocer que las instituciones que con este nombre se expandieron durante la segunda mitad del siglo XIX por España tuvieron su origen y entre sus fines facilitar el crédito que demandaba la situación económica y social con un gran índice de pobreza de la sociedad española.

Los Montes de Piedad, de inspiración benéfico-religiosa, nacieron en Italia en el siglo XV para combatir la usura y satisfacer necesidades primarias de las clases sociales más necesitadas mediante pequeños créditos con garantía de prenda. En el siglo XVIII se extendieron por Europa y ante los cambios socioeconómicos los Montes de Piedad se transformaron dando origen a las Cajas de Ahorros o integrándose en entidades de ahorro ya existentes, como instrumentos para fomentar el ahorro y la acción benéfico social.

En 1877 se creó en Alicante la Caja Especial de Ahorros que en 1910 pasó a ser la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Alicante. Dada la precariedad y estados de pobreza en que vivían amplios sectores de la población así como los casos de usura ejercida por particulares, el Monte de Piedad atenuaba ambas lacras. En los años treinta Alicante contaba con unos 50.000 habitantes y los usuarios del servicio de empeños procedían en su mayor parte de barriadas con elevado número de familias de clases económicamente desfavorecidas como Santa Cruz, San Antón, Carolinas Bajas y Altas, Benalúa€ Hasta 1940 al Monte, como se le solía llamar, acudían habitualmente con sus atadillos de ropa u objetos de interés: joyas, abrigos, camisas, sábanas, calzoncillos€ Sí, hasta ropa interior. Los gastos extraordinarios de muchos hogares, y aún los de simple atención primaria, tenían remedio temporal con los créditos obtenidos de este modo.

Como ejemplo de lo que se empeñaba mostramos en ilustración el anuncio de una subasta para agosto de 1936 con 69 lotes entre los que vemos cortinas, toallas, un despertador, un pañuelo de Manila, zapatos, refajos, enaguas y una máquina de coser con precios de salidas desde siete a trescientas pesetas.

El local del Monte de Piedad de la Caja de Ahorros alicantina tenía su entrada por la calle Velarde, frente a la fachada trasera del edificio de Correos. Había un patio de operaciones de unos trescientos metros cuadrados. Tras las ventanillas del mostrador atendían el tasador de ropa, Pedro Solbes y un tasador de alhajas, Fernando Espinosa, con sus respectivos auxiliares escribientes, el oficial liquidador para cancelar los empeños, Antonio Vicente Penalva, y un cajero, José Gosálvez. En el interior, en un almacén de unos quinientos metros cuadrados se tenían ordenados de dos mil a tres mil lotes de todo tipo, excepto las joyas que se custodiaban en una gran cámara acorazada donde solía haber de quinientos a mil lotes. Empeños y desempeños se sucedían en función de la situación económica de las familias. El tráfico de lotes entre el almacén y las ventanillas lo atendía uno de los autores de este artículo. Las carencias en los años cuarenta eran de todo tipo, incluso en la iluminación de las instalaciones del Monte que había de valerse de quinqués pues hasta las cinco de la tarde no se dotaba de fluido eléctrico a la ciudad. Cuando algo no se desempeñaba en los plazos acordados se concedían prórrogas, y si transcurridos nuevos plazos no se retiraban los lotes, éstos salían a subasta pública. Gran número de prendas de ropa quedaban sin adjudicar y el Monte de Piedad las donaba a instituciones de caridad.

Desde 1940, en el que Antonio Ramos Carratalá fue nombrado director general de la Caja de Ahorros, sólo se admitían prendas en muy buen estado tales como trajes, abrigos o cortes de tela para confección. En 1949 se anuló definitivamente este tipo de garantía y unos cuatrocientos lotes vencidos fueron donados.

Para atenuar los efectos que en buen número de hogares ocasionó el cese de empeños de ropa la Caja de Ahorros creó préstamos llamados populares, de 960 pesetas, con un avalista, que se amortizaban en doce mensualidades. Estos préstamos favorecían al comercio alicantino por lo que muchos comerciantes avalaban a sus clientes logrando de este modo cobrar de inmediato sus ventas y disponer de capital circulante.

En mayo de 1950 el Monte de Piedad se traslado a una nueva oficina en la calle García Morato donde durante unos treinta años se continuó empeñando sólo alhajas: pulseras, cadenas, medallas, relojes, piedras preciosas€ una forma nueva que evidenciaba algunas mejoras del cambio económico y social que lentamente venía produciéndose. Los clientes del Monte ya no eran sólo de la ciudad sino de la provincia y aún de provincias contiguas, y ya no procedían sólo de clases humildes, sino que en muchos casos eran de familias acomodadas que habían de hacer frente a importantes gastos o a inversiones, recurriendo como solución rápida a esta modalidad de préstamo. Había lotes con antiguas monedas de oro de gran valor numismático, cadenas o cajitas con incrustaciones de diamantes que permitían obtener sumas cuantiosas. Su finalidad podía ser para renovar la maquinaria de un taller, casar a una hija o para un viaje de vacaciones, pero también para casos más perentorios, incluso con tintes dramáticos: podía verse en el mostrador al obrero que con tristeza sacaba de su dedo la alianza de matrimonio para poder pagar al tendero y que su familia pudiese comer ese día esperanzado en rescatarla cuando consiguiera jornales, o a la señora que llevaba la cadenita y medalla de oro que su abuela le regaló al hacer la primera comunión, ¡tantos casos!€ ¡Benditos sean mis bienes que remedian mis males! se oía decir con frecuencia. Recordamos que las subastas de alhajas no desempeñadas eran muy concurridas por particulares y joyeros. Con el importe obtenido por cada lote se liquidaba el préstamo y gastos habidos devolviendo el sobrante a los depositantes. Del rico anecdotario citamos la ocasión en que el tasador comprobó, con enorme disgusto, que lo que en su día valoró como alhaja era de cobre con un simple baño de oro.

El Monte de Piedad, que respondió a necesidades en épocas de acusadas crisis sociales y económicas, renace de nuevo en nuestra ciudad por los efectos de la situación actual. Las alhajas guardadas celosamente durante muchos años, o adquiridas en recientes épocas de euforia económica, están siendo útiles para atender pagos de plazos de hipotecas, ayuda a los hijos y hasta para satisfacer necesidades primarias de alimentación o evitar cortes de luz y agua€ En octubre y noviembre de 2015 se inauguraron en Alicante Montemadrid y el Monte de Piedad de la Fundación Bancaja. En marzo de 2015 por la Fundación Caja Mediterráneo se anunció la apertura de otro Monte de Piedad.

¿Habrá una nueva etapa de prosperidad que hagan innecesarios estos servicios? ¿Por qué se continúa utilizando la anacrónica denominación que evoca a virtuosos actos de amor al prójimo cuando lo que realmente hacen los Montes de Piedad son préstamos con garantía prendaria? ­­­