Corre por las redes sociales una fotografía de Pablo Iglesias vestido con un traje de príncipe heredero, con banda cruzando su pecho, con galones en los hombros, fajín con borlas y en el pecho condecoraciones que parecen ser de las más importantes. La verdad es que está hasta guapo. Su aspecto es solemne, como asumiendo el papel que le ha tocado jugar. Es naturalmente una broma, pero la verdad es que le sienta mejor que el aspecto desaliñado que habitualmente presenta. Yo creo que es por este motivo por el que, el otro día, en la ceremonia de entrega de los premios Goya, no me sorprendió demasiado su aspecto con el esmoquin. Al parecer se puso el esmoquin por las amenazas que le lanzó el presidente de la Academia, señor Resines. La verdad es que lo llevaba con dignidad hasta el punto que dejó en peor lugar a Pedro Sánchez que iba sin corbata, con una camisa para llevar corbata, hecho éste que le daba un aspecto desaliñado en comparación con un público que va de punta en blanco, ellas con modelos de muchos miles de euros y ellos con trajes de chaqueta de también muchos euros de coste. Por eso deduzco que el señor Sánchez llegó a la gala con corbata, pero al ver a Iglesias y Rivera con esmoquin quiso aprovechar el hecho, se quitó sin más la corbata para intentar dar una imagen más rebelde y juvenil que ellos. Vamos que quiso ir de joven rebelde frente a los que lo son pero que acataron las normas que se les impuso. Lo malo es que el señor Sánchez no iba correcto. No llevaba la camisa que debería haber llevado para no ponerse corbata y presentaba un aspecto no propio de él que suele ser un hombre elegante y, por supuesto guapo, ¡y él lo sabe! Pero tampoco iba de rebelde ni de más joven, ni de más novedoso. Iba mal y punto.

Yo desde luego me pregunto porqué el señor Iglesias se presentó ante el Rey con una camisa, las dos bonitas especialmente la negra, y a la gala de esmoquin. Si la causa fue la amenaza que recibió del señor Resines, me alegro que fuera en mangas de camisa a ver al Rey pues está claro, en ambas ocasiones, que no recibió ninguna amenaza de la Casa Real pero tampoco ningún reproche o recomendación. Es evidente que no iba apropiado para hablar con el Jefe del Estado, esto es de España y por tanto de todos los españoles, y que sin embargo, si que se esmeró para contentar a los actores y actrices españoles, que, por supuesto, no representan a todos los españoles.

Pude ver entre el público a la alcaldesa de Madrid, doña Manuela Carmena que, fíjese el lector, hasta había ido a la «pelu» y presentaba un aspecto inmejorable, a pesar de tener montado un buen tinglado en el Ayuntamiento esta vez por unos títeres y antesdeayer por los nombres de las calles y antes antesdeayer por lo de que los niños recojan las colillas de la calle y... en fin por esas ideas tan peculiares que la alcaldesa tiene.

En fin de todo lo visto, que no lo vi todo pues es una gala infumable por lo larga y pesada que es, lo que más me gustó fue ver que nuestros jóvenes políticos saben llevar un esmoquin y que los que quieren aparentar, no lo consiguen.