Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Crónicas precarias

De mayor quiero ser lo contrario de Felipe González

Tengo tres objetivos en la vida que espero cumplir cueste lo que cueste: viajar a Tierra de Fuego, pronunciar «Je ne regrette rien» sin parecer un gato que se asfixia y no acabar siendo como Felipe González. Al menos, como el Felipe crepuscular que baja de vez en cuando del Olimpo para guiar a la chusma desorientada, o sea, nosotros.

Por eso, en los momentos de duda miro fijamente una foto suya (una actual, las setenteras con chaqueta de pana no valen), pienso, «¿qué opinaría este señor al respecto?» y obro justo al contrario. Hasta ahora el sistema funciona: no he traicionado mis principios morales y no voy por ahí explicando lo bien que manejé el poder en mis años dorados y lo mal que lo hacéis vosotros que sois unos inútiles.

Tampoco he entrado en combustión espontánea y me he puesto a despotricar sobre seres apocalípticos que pretenden «liquidar el marco democrático» o a comparar a gente con Pinochet a lo loco. Y si algún día me veis hablando de «leninismo 3.0», dadme un abrazo e invitadme a un café calentito. Seguro que lo necesito.

Además, aunque lo deseara con toda mi alma, no se me daría muy bien imitar al Felipe González contemporáneo. Si un millonario mexicano o un magnate del petróleo me regalan un yate, no podría disfrutarlo porque me mareo en el mar. Y si me ofrecen un pastizal por formar parte de un consejo de administración, tendría que negarme: estar tanto tiempo sentada da dolor de espalda. Quizás el problema de Isidoro no es que le hayan corrompido los cantos de sirena de la alta sociedad, sino que tiene un pinzamiento en las vértebras porque las sillas de Gas Natural son incómodas. ¡Que alguien le dé un relajante muscular a ver qué pasa!

Lo que sí me costaría es resistirme a las cenas glamurosas: me hice periodista para comer gratis en los eventos. Pero bueno, tendré que aprender a rechazar los agasajos de la dictadura saudí y demás amiguetes de González. Pensaré en cómo ejecutan a los disidentes, seguro que así se me va el hambre.

La cuestión es no acabar aleccionando a los que considero subalternos o discípulos desde una atalaya de superioridad moral construida con bolas de alcanfor (e hipocresía). Consejitos que nadie ha pedido por aquí, respuestas a preguntas no formuladas por allá. Y condescendencia a rebosar, que está barata.

Para ser justos, no es un fenómeno que afecte solamente al expresidente. Parte de los históricos líderes del PSOE componen un entrañable tratado de cómo llevar mal el paso del tiempo y los cambios de la vida. Guerra, Corcuera, Leguina? Qué decadencia, qué soberbia, qué rabia más grande transmiten hacia cualquier cosa que no hayan construido ellos o que no se haya creado siguiendo ciegamente sus preceptos.

Más que como un jarrón chino, son como esas horripilantes figuras de porcelana que te regalan los suegros y debes poner en un lugar preferente del salón para que no se ofendan cuando van de visita. Un pato gigante balanceándose en un columpio hecho de girasoles; una noria con un astronauta, un unicornio y un payaso triste; una grulla con tutú bailando sobre un nenúfar? Los últimos quejidos de un tiempo caduco que se resiste a decir adiós y dejarnos en paz definitivamente.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats