Durante años, nos hemos preguntado insistentemente por qué el Partido Popular ganaba elecciones tras elecciones en la Comunidad Valenciana de forma tan arrolladora, como si de un paseo militar se tratara. Pero ahora que esta formación ha dejado de gobernar en muchas instituciones, lo que nos preguntamos es cómo es posible que el PP haya podido desarrollar una maquinaria de corrupción y saqueo tan extensa y generalizada a lo largo de tantos años con tanta impunidad y desparpajo, en un número de instituciones tan elevado y en la que han participado tantos dirigentes populares.

Sin duda, ambas preguntas están relacionadas de forma mucho más estrecha de lo que pensábamos porque en la medida en que se van sucediendo las sentencias judiciales, conociéndose más y más sumarios y destapándose más tramas, sabemos que una parte nada despreciable del producto de esa corrupción sirvió como combustible para alimentar durante años la particular caldera electoral del PP, donde se quemaba dinero en forma de actos deslumbrantes, propaganda apabullante, publicidad desmedida y un sinfín de gastos que inundaban nuestras ciudades con una presencia con la que nadie podía rivalizar.

Por supuesto que la parte más importante del dinero robado ha ido a parar a bolsillos particulares con nombres y apellidos, permitiendo ese tren de vida y esos enriquecimientos mágicos que tan de cerca hemos podido contemplar. De manera que mientras la sociedad se empobrecía y cada vez más personas se quedaban en la cuneta, más aumentaba el patrimonio y el lujo del que se rodeaban muchos dirigentes del PP. También es cierto que el fracaso de los competidores electorales de los populares en esta Comunidad ha obedecido a factores de mucho mayor calado que el simple trucaje económico con el que este partido ha venido trampeando desde hace lustros.

Pero entender adecuadamente esa corrupción económica e institucional que el PP de forma generalizada y desde hace tiempo ha desplegado en esta región exige también comprender la importancia de la corrupción electoral y política con la que ha venido actuando, algo que no se ha visto nunca de forma tan sistemática y continuada en ningún otro país democrático de nuestro entorno. Ni siquiera se dio en la Italia de la operación Manos Limpias en los años 90. Hablamos de algo de una extraordinaria gravedad en la medida en que evidencia que el PP ha convertido las convocatorias electorales en puro simulacro democrático al servicio de sus intereses, utilizando para ello procedimientos delictivos, como se recoge ya en demasiados sumarios judiciales.

Y lo más escalofriante es comprobar que a pesar de los gravísimos procesos de corrupción que vienen sacudiendo al Partido Popular en esta Comunidad desde hace años, en casos como los de Carlos Fabra, Blasco, Hernández Mateo, la Formula 1, el Palau de les Arts, Gürtel, Nóos, Brugal, Canal 9, la visita del Papa, CAM, Bancaja, Terra Mítica y Emarsa, no paramos de seguir teniendo sobresaltos con nuevos sumarios y detenciones en los últimos meses, como la del entonces delegado del Gobierno Serafín Castellano, Acuamed, Ciegsa, IVAM con Consuelo Císcar, Imelsa y el último de ellos la operación Taula, con la imputación de la practica totalidad del grupo municipal del PP en el Ayuntamiento de Valencia, algo que nunca se había producido en España en la etapa democrática. Es decir, que el PP ha mantenido su actuación corrupta con absoluta impunidad, sin importar todas las detenciones, sumarios y procesamientos a dirigentes de su partido desde hace años. Es algo que demuestra el grado de descomposición moral, política y democrática de una formación que se ha convertido en el carburante que alimenta las llamas de la corrupción en la Comunidad Valenciana y que tardarán tiempo en apagarse.

Sin embargo, por incómoda que sea, hay una pregunta esencial que tenemos que hacernos para intentar comprender esta especie de maldición bíblica que vivimos: ¿qué razones existen para que se haya dado un proceso tan generalizado de corrupción en esta región? En mi opinión, la extensión y tolerancia que ha habido con la corrupción evidencia un deterioro moral en la propia sociedad valenciana así como en sus dirigentes políticos y económicos que de forma generalizada y durante años, en lugar de trabajar por el rearme ético, cultural y educativo, han alimentado y justificado actuaciones inmorales, chabacanas y de espaldas a los intereses de la ciudadanía y del propio territorio valenciano. Es llamativo que muchos de los dirigentes imputados, procesados o encarcelados por casos de corrupción han sido responsables de derroches y gastos inútiles, organizando vulgares espectáculos de masas y habiendo convertido medios de comunicación públicos en un monumento a la zafiedad, dando prioridad al enriquecimiento y la ostentación como muestra de poderío macarra, promoviendo gigantescos negocios urbanísticos especulativos.

Este es el magma en el que se cuece una sociedad cada vez más dolida política y democráticamente, devastada por el saqueo deliberado de los recursos públicos y que asiste a un derrumbe moral al que no se le ve el final.

@carlosgomezgil