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Alicante y Elche, unidas en el bloqueo

Transcurrido un embarazo desde las elecciones municipales, las dos primeras ciudades de la provincia, Alicante y Elche, segunda y tercera de la Comunidad Valenciana, sufren una inquietante parálisis cuyos gobiernos no tienen visos de corregir, tanto por falta de voluntad como de mimbres para hacerlo. El gobierno de Elche se rompió el viernes, cuando el alcalde, Carlos González, no pudo soportar más a Cristina Martínez, la concejal destroyer que en la legislatura pasada tumbó al PP, de cuyo grupo formaba parte, y que en esta le han bastado nueve meses para reventar al nuevo Ejecutivo que ella misma formó con el PSOE y Compromís. Es el problema de pactar con quien cree que gobernar consiste en jalear las redes sociales. El gobierno en minoría y presidido por los recelos mutuos que ahora queda es difícil que, con todo, pueda caer. Pero su margen de actuación es limitadísimo.

El caso de Alicante es distinto. Hay tres partidos, pero sólo uno, Guanyar, gobierna. En el sentido de que es el único que impregna con su programa todo lo que se hace, guste o no. Aquí hay un vicealcalde, Miguel Ángel Pavón, convertido en alcalde, mientras el alcalde, Gabriel Echávarri, se dedica a captar amigos y practicar venganzas (la de esta semana ha consistido en quitarle el despacho a las fiestas de barrio, cuyo presidente es uno de los reyes magos que fue a casa de la exalcaldesa Castedo en mala hora), sin más proyecto para esta ciudad que el de pasar el rato. Por su parte, el portavoz de este más que nunca tripartito, Natxo Bellido, parece que se perdió el episodio de Barrio Sésamo en el que explicaban la diferencia entre ser gobierno y ser oposición, así que aún no sabe que en Alicante el PP ahora es oposición y Compromís ahora es gobierno. O eso dijeron.

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