Estos bancos ya no son lo que eran. Ni estos, ni los otros. No es que me den pena, que no me dan; pero son como la aristocracia-financiera, eso sí- del siglo XIX cuando la burguesía se la comía por los pies. Las familias pudientes de las finanzas venidas a menos. Y eso que han sacrificado a casi todos sus parientes débiles, las cajas, en la pira del saneamiento y la internacionalización. Pero nada. Los nuevos señores de las finanzas -los grandes fondos de inversión- son la nueva burguesía transnacional insaciable e inmisericorde. Los bancos de este país han lanzado desahucios, pero incluso algunos han negociado y pactado con los pobres inquilinos; observen la forma de actuar, presente y futura, del fondo de inversión a quien el expresidente González de la comunidad de Madrid vendió las viviendas protegidas y verán la diferencia. Como profesaba Gordon Gekko (Michael Douglas) en Wall Street y en la secuela, El dinero nunca duerme: «la avaricia es buena» y no tiene tope, añado yo.

El pasado día 23 en éstas páginas intentaba llamar su atención a propósito de Davos (De la especulación al pánico y viceversa. INFORMACIÓN, 23 de enero de 2016) sobre las advertencias o consejos que grandes actores financieros, los bancos RBS, Societè Generale, o JP Morgan lanzaron. Este último aconsejaba vender todo al «mínimo rebote» de las bolsas. Y por lo que vemos lo están haciendo. Consecuentemente esconden el dinero en deuda pública con intereses negativos incluso a 10 años en Alemania, Estados Unidos y poco más. Huyendo de su propia obra. «Estamos ante un desafío que me recuerda a la crisis de 2008», había dicho para confirmarlo George Soros, el gurú norteamericano de origen húngaro que consiguió en su día la devaluación de la libra esterlina, dueño de uno de los mayores fondos especulativos.

Para combatir la gran recesión, los bancos centrales - la FED y el BCE- lanzaron varios billones de dólares al mercado salvando a empresas y bancos y evitando una gran depresión. Pero, ese dinero no se ha invertido en la economía real, de hecho el crecimiento de la economía mundial y del comercio es mínimo, sino que por diversos medios se ha acumulado en pocas manos, las de los fondos mas especuladores - hedge funds y sus parientes los «fondos activistas» - que siguiendo el principio de Gekko buscan el máximo beneficio en el mínimo tiempo con inversiones «a corto» en la bolsas, o en contratos de futuro, provocando subidas y bajadas; o entrando en el accionariado y en el consejo de administración de las empresas para mandar en ellas buscando el beneficio inmediato y desinvirtiendo en todo lo que sea a medio y largo plazo -investigación, empleados, etcétera-, incluso retirando inversiones para presionar a los gobiernos, o financiando de forma escandalosa a candidatos presidenciales norteamericanos como el ultraderechista Donald Trump; mientras Hillary Clinton los ha comparado con ladrones de bancos. Lo hicieron en Grecia, y posiblemente lo harán o lo estén haciendo en España. Incluso alguna advertencia ministerial sobre la composición del futuro gobierno da por descontada la intervención «activista» de estos fondos. Las dificultades financieras de alguna gran empresa de renovables no debe estar fuera de su radio de acción; y, o los paran o los veremos desembarcar este año en otras, sean industriales o financieras, en España o en Alemania, y poniendo condiciones. Al tiempo.

La acumulación creciente ni supone inversión, ni aumenta el crecimiento, ni mejora la vida de la gente. La producción, la economía real, no crecerá mientras no aumente la demanda y para eso hacen falta políticas redistributivas, una nueva política fiscal que aporte recursos a los sectores más desfavorecidos aumentando su capacidad de compra. Es el giro que el gobierno chino trata de dar a su economía. Eso pretende el Plan BEPS de la Organización Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) y el G 20 contra el fraude fiscal, el traslado de beneficios a paraísos fiscales, o a los países con menos impuestos. La tasa sobre transacciones financieras, que la Unión Europea tenía que poner en marcha este año, también pretendía desincentivar las inversiones a corto y especulativas. El problema probablemente es que al principal impulsor de éstas medidas, el gobierno de Barack Obama, se le empieza a notar la cojera de pato en los últimos meses de mandato. Y los especuladores se han lanzado a frenar esas medidas y a hacer el agosto por lo que pueda venir en noviembre.