Escribir en estos tiempos sobre la corrupción puede resultar algo así como salir de tu casa y, al saludar con alegría al primer vecino que te encuentres por la calle, este te respondiera con algo así como un: «No sé cómo puedes decirme buenos días con la cantidad de sinvergüenzas y corruptos con los que convivimos estando obligados a anteponer la palabra "presunto", incluso en las normas más elementales de cortesía de nuestro vocabulario, para evitar que te contesten con una demanda judicial de tiempo indefinido».

Es evidente que la corrupción es como un virus maligno que una vez inoculado en las personas con cargos políticos las hace cambiar convirtiéndolas en «yonquis» del dinero... del dinero de los demás, claro, y el mismo virus o una deformación del mismo hace que al llegar los pleitos a los tribunales, conviertan a estos en «yonquis» del tiempo y la prescripción por lo que se tarda en aclararnos si son culpables de algo y si el dinero que han afanado algunos acaba siendo del pueblo o tienen derecho a llevárselo y/o a devolvérnoslo, que es algo que no está muy claro con toda la presunción del mundo.

Como estos virus son muy contagiosos ahora los quieren contrarrestar con otros nuevos llamados «gestoras» y ahí andan las señoras Isabel Bonig y Eva Ortiz y el señor José Ciscar, etc. etc., pidiendo con su gran autoridad moral a los jefazos de Madrid la creación de gestoras para Valencia y demás espacios donde el virus de la corrupción se ha enseñoreado de casi todo, con la intención además -muy encomiable por cierto-, de demandar a los compañeros en avanzado estado de posesión de este virus maldito por si consiguieran, si no curarlos, que devuelvan lo afanado e incluso que devuelvan sus actas... si las encuentran claro.

Antes tendrán ellos mismos que vacunarse también pues la fortaleza de los nuevos virus creará muchas dificultades en los posibles nuevos compañeros de viaje.

Si es malo el resultado de la corrupción actual es también peligroso que la memoria no consiga recordar si los nuevos gestores tienen también, algunos de ellos, asuntillos pendientes de aclarar y que el hecho de no haber brillado en las operaciones investigadas últimamente, difumine recuerdos de viejos virus locales, adormecidos en el tiempo, que no sé si podrían denominarse corrupción pero que crearon en su día un enorme perjuicio y déficit económico para las arcas municipales de donde proceden.

Espero que lo consigan y del dinero que hagan retornar sirvan para enjugar algunas viejas deudas como las que tienen con nuestro pueblo sin que se le olvide a la señora Eva Ortiz, el pufo de los OCHO MILLONES DE EUROS de Urbaser que con su voto, entre otros, ocasionó a Orihuela cuando fue concejala del Partido Popular.