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Desde mi terraza

Luis De Castro

Pequeñeces

Hace muchos años que en el mundillo teatral madrileño se comentaba que el simpático Carlos Larrañaga, que siempre fue muy precoz y, por lo visto, frecuentaba burdeles a muy tierna edad, le dijo a una «trabajadora» de la casa: «Tienes que quererme mucho porque he hecho Pequeñeces». Se refería, claro, a la película de ese título que interpretó siendo casi un niño, y que fue un gran éxito a principios de los 50. El otro día nuestro concejal de Cultura se descolgó con la ocurrencia de que la Banda Municipal de Música no actuará en las procesiones de Semana Santa; lo que demuestra que a veces se confunde «el culo con las témporas». Y esta pequeñez ha causado revuelo innecesario en la sociedad alicantina, no sin razón; argumentar que la banda de música se paga con dinero público y por lo tanto no debe participar en actos religiosos, siendo como es el Ayuntamiento una institución laica, en este caso no tiene mucho sentido. ¿Se atreverá el concejal a prohibir que la banda participe en la corrida de toros de San Juan? No seré yo quien gaste un solo euro por asistir a una corrida, ya me he manifestado en numerosas ocasiones contra éste y tantos festejos nacionales de manifiesta crueldad con los animales; pero la tradición es la tradición, mejor utilizar las energías en asuntos más urgentes. En otro ayuntamiento, el de Madrid, a la alcaldesa le crecen los enanos. Todavía reciente la polémica sobre la cabalgata de los Reyes Magos, de una estética más que discutible, se une ahora el escándalo -justificado, desde mi punto de vista- por la representación de una obrita de marionetas en la que se hacía claramente una apología del terrorismo al jalear a la banda terrorista ETA mediante una pancarta, que supuso la detención inmediata de los responsables del espectáculo; y también inmediatamente la denuncia de la oposición y solicitud de destitución de la concejala de cultura, Celia Mayer, señora que sustituyó al anterior concejal de cultura que dimitió a raíz de un asunto parecido. Difícil situación la de la señora Carmena, que siempre está en la cuerda floja por ligereza, distracción o falta de atención de algunos de sus concejales en el desempeño de sus funciones. No es que este caso sea una pequeñez, pero no debiera hacerse de él un cassus belli (motivo de guerra). A la concejala de cultura madrileña le han metido un gol, y es ella quien debe meditar la conveniencia o no de su dimisión, porque hay casos y casos: hace unos años fue una paisana nuestra, Asunción Valdés (Chonín, para los amigos), en aquel momento directora del Telediario primera edición de TVE, dimitió de forma fulminante al haber encajado otro gol por la aparición en pantalla, a cara descubierta, de un detenido no recuerdo por qué razón, y nadie hizo responsable de ello al director de RTVE. Claro que la actitud exquisita de la señora Valdés no dio lugar a ello, ni supone que todo el mundo deba reaccionar de la misma forma. La «mala pata», la mala suerte y los excesivos palos en la rueda están dificultando en exceso el trabajo de Manuela Carmena. Supongo que ella ya contaría con que su gestión iba a ser mirada con lupa en una ciudad tan conservadora como Madrid, muchos de cuyos habitantes llevaron muy mal el que finalmente fuera una unión de partidos de izquierda quienes se hicieran con el gobierno municipal. Lo que le obliga tener una atención máxima en el trabajo de su equipo, puesto que las «pequeñeces» pueden alcanzar la condición de categoría, en detrimento de los muchos y grandes problemas de la ciudad. El sentido común debe imperar en estos y otros muchos casos, porque la sensibilidad de los ciudadanos está más que nunca a flor de piel, y casi ningún error se considera una pequeñez.

La Perla. «Todo hombre paga su grandeza con muchas pequeñeces, su victoria con muchas derrotas, su riqueza con múltiples quiebras» (Giovanni Papini, escritor italiano)

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