Les confieso que no practicaba la escritura automática desde mis años universitarios. Los tiempos convulsos que vivimos la han reactivado unos cien años después de que André Breton y los surrealistas la pusieran en práctica. Algo en mi subconsciente, merced a tanta machaca diaria, se ha puesto en marcha, de manera que no logro concentrarme en el Nocturno, Op. 92 de Carl Henze con el que llevo peleándome un mes.

El proceso de deterioro que vivimos desde hace años, digamos desde el comienzo de la crisis, se puso de manifiesto en el resultado de las elecciones del pasado 20-D, que significan un alto en nuestro camino democrático o, si prefieren, un punto aparte. El nuevo escándalo de corrupción en el PP valenciano, mientras el rey mantiene rondas de consultas para encargar a alguien de que intente formar gobierno, supone un nuevo zarpazo a nuestro creciente desasosiego. Rajoy, más solo que la una, tira la toalla y observa la partida de reojo. Ha pasado a la reserva, pero está en activo. Podemos quiere acercarse al PSOE pero sin la compañía de Ciudadanos. ¡Qué panorama más excitante! Solo falta la transmisión, minuto a minuto, de la buena nueva de los cuatro evangelistas políticos vía Twitter. Imposible analizar cada nuevo mensaje, fagocitado por el siguiente en cuestión de horas. Un día y otro. Les juro que estoy cansado, y sé que ustedes también. Solo me faltaba una pasada de Urdangarin y de infanta antes de retirarme a rezar mis oraciones. «Pater noster qui es in coelis, santificetur nomen tuum, adveniat regnum tuum, fiat voluntas tua, etcétera». Fiat voluntas tua; y ahí estamos. Lo malo es que no sabemos exactamente en manos de quién estamos, quién maneja nuestra barca.

Y todo este marasmo contribuye a que la sociedad pierda poco a poco la fe en los políticos y en las instituciones, a que todos y cada uno de nosotros nos instalemos un poco más en la desgana y vayamos perdiendo el apetito y la ilusión en el mañana que es el pan nuestro de cada día. Words, words, words, musita Hamlet mientras desgrana en su smartphone un nuevo aluvión de mensajes imposibles de descifrar. Desconecten. No permanezca muy atentos, porque lo que hoy es negro mañana puede ser blanco, y viceversa, porque los tiempos están cambiando, según el profeta Bob Dylan.

Y por si una de esas las palabras se las lleva el viento, el nuevo Lutero del PSOE se apresura a fijar en la nube las directrices de una nueva religión aséptica e imposible, con artículos de fe relativos al paro, a pactos en materia de educación y contra la corrupción, sobre la regeneración, sobre reformas electorales y constitucionales. El nuevo Bautista tiene tintes de preparar y allanar el camino del que viene. Sabemos, y seguramente también el sabe, que no es el Mesías. Nadie sabe exactamente lo que viene a continuación de este tráiler. Se divisa un futuro transitorio. Hasta he soñado que a este Bautista le cortaban la cabeza en un congreso porque a una Salomé andaluza así se le antojaba. ¡Ah, el poder!

Pactos imposibles que no persiguen la gobernabilidad sino simplemente el poder. Y les digo una cosa: en esta partida sui generis de pelota valenciana, no sé exactamente a cuantas bandas, el único que se arriesga y corre peligro es el público asistente, así que, por si acaso, arrímense a la pared y resguarden las cabezas de algún pacto colateral imprevisto. Aún están a tiempo, pacientes y resignados observadores.