España necesita urgentemente un gobierno, por eso la investidura del presidente del Gobierno es un asunto que debe resolverse con gran celeridad. Lo necesitamos cuanto antes, ya que debemos considerar lo nefasto que supone para la economía de un país, periodos de incertidumbre política largos.

España necesita un gobierno que sea estable, que no piense en utopías, que no cree mucha frustración, que sea realista y que continúe la labor que se ha llevado a cabo en los últimos tres o cuatro años, que al menos desde un punto de vista económico, ha sido positiva.

Si hay líderes con vocación de estadistas a lo largo y ancho del arco parlamentario, éste es el momento de que den un paso hacia delante para así encontrar acuerdos con otras formaciones que permitan una correcta gobernabilidad y garanticen un Ejecutivo donde la idea de España, y su viabilidad, sea absolutamente inexcusable. Tanto Partido Popular como PSOE y Ciudadanos Podemos no cuenta porque está del lado de los separatistas están en la situación límite de «aquí y ahora». Especialmente Pedro Sánchez, que tendrá que decidir si propicia un gran pacto de Estado o si, por el contrario, se entrega a los brazos del poder aunque ello suponga, Pablo Iglesias mediante, dejar a España a merced de un golpe de mano de Junts pel Sí y la CUP, un matrimonio imposible que puede dinamitar el país por el efecto contagio que, además, propiciaría en otras regiones.

El contexto es, por tanto, suficientemente grave como para que los políticos constitucionalistas no permitan que un gobierno autonómico basado en el desafío a España, el transfuguismo y las constantes provocaciones, chantajee a toda una nación cuando, además, más de la mitad de sus propios ciudadanos ya dejaron bastante claro en las urnas que no quiere una Cataluña sin España. Cifra mayoritaria que en las últimas encuestas, incluso, se ha incrementado. Por lo tanto, nuestros políticos tienen la obligación de llegar a un acuerdo lo antes posible para detener mediante la ley artículo 155 de la Constitución si fuera necesario una locura secesionista que alimenta su fortaleza en la propia debilidad institucional que ahora mismo se asienta en España.

Las dificultades para formar gobierno podrían desacelerar la agenda de reformas y provocar una pérdida de confianza y un deterioro del sentimiento del mercado. Por eso Bruselas insiste en que España necesita estabilidad política. Una de las debilidades de la economía española viene marcada por el legado de la crisis económica, con un empacho de deuda que aún no se ha digerido y hay que refinanciar. Pero la gran debilidad en estos momentos procede también de los «riesgos políticos».

El crecimiento económico en el que estamos inmersos necesita de estabilidad. El resultado de las elecciones no es más que el resultado de la voluntad del pueblo y lo único que pedimos desde las entidades financieras a los gobiernos que salgan es estabilidad económica, política y social. Porque España todavía necesita del flujo del dinero del exterior. Necesitamos que los inversores sigan confiando en el país. Y esos inversores y capitales extranjeros necesitan de estabilidad. El dinero es muy miedoso y necesita estabilidad. La estabilidad es fundamental para que sigamos con el proceso de mejora de la economía y seguir creciendo.

PP, PSOE y Ciudadanos son los partidos que creen en la democracia real, la economía de mercado y la unidad de España, y en estos tres partidos debería encontrarse la solución. Eso es lo que pide España. Cualquier otra combinación política sobre utopías o promesas no realistas creará una gran frustración en los españoles.

Esperamos que Sánchez obre con madurez y tenga en cuenta que lo primero es que primen los intereses generales sobre los particulares. Es el momento de la gran política. Los gobiernos deben hacerse en función de los intereses de España, no de cada partido. Vamos a ver la talla de nuestros políticos, porque el que juegue a corto plazo intentando defender posiciones personales y pensando en su futuro inmediato, se equivocará.

Debemos ser muy conscientes y considerar que no está en juego un sillón en La Moncloa, sino muchos millones de empleos y el futuro de muchas generaciones de españoles y de varias décadas.