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Antonio Sempere

El calorcito

Lo de Alicante es punto y aparte. Las luces de Navidad pueden dejarse puestas un par de meses y así sirven para alumbrar el Carnaval. Y si dices algo te miran raro, porque resulta que así se ahorra, y estamos en quiebra. Las susodichas luces de Navidad se inauguran precisamente con un desfile de Moros y Cristianos el día del santo patrón de la ciudad, que es el acto festivo más anticlimático que imaginarse pueda. Creo que va por su undécima edición, y no hay manera de que el poco público que lo sigue por la Avenida de la Constitución o por la Rambla empatice un mínimo con lo que está viendo. Yo tampoco pido que se entreguen como un sajeño un 1 de febrero o como un biarense el 10 de mayo. Me conformaría con una pequeña respuesta. Pero nada. La sensación de falta de interacción es total.

De esto se podría hablar en el IV Congreso Internacional de Fiestas de Moros y Cristianos que se celebrará del 10 al 12 de junio en la Universidad de Alicante, mientras se disparan la 3ª y 4ª mascletás diurnas de Hogueras preparadas para este año (ya anuncié en esta columna que, quien tuviera salud, vería cómo en Alicante se disparaban mascletás, a la manera de Valencia, en cuanto el calendario estrenara junio).

En esas estaba, dando vueltas a mi cocorota a propósito de la carencia de identidad de esta tierra, cuando recibí la llamada de Marco Martínez y Carlos Chena para invitarme al primer programa de la nueva temporada de Hay que ver lo que hay que oir (una fiesta entre amigos de toda la vida) con el fin de comentar los Goya junto a mi compañero, y sin embargo amigo, Gonzalo Eulogio. Un plató donde, por añadidura, tuve ocasión de conocer a un crack llamado David Esquivel. Cómo disfruté del calorcito. Tan necesario. Ese que en Alicante, pese a la eterna primavera, se antoja tan difícil.

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