«No había español que al llegar a París dejase de visitar el famoso busto lamentando ver a esa española fuera de su patria»

(A. García y Bellido, La Dama de Elche y el conjunto de piezas arqueológicas reingresadas en España en 1941, Madrid, 1943).

Cuando Cédric Gruat y yo misma nos embarcamos en el proyecto de escribir sobre el intercambio de obras de arte que hizo posible la vuelta, entre otras piezas de la Dama de Elche, nunca pensamos que ésta se convertiría en la pieza central de nuestro libro. Y no lo fue en su versión francesa, pero a la vista está, en su versión española, que si lo es. La Dama es pieza central de nuestro patrimonio y de nuestra identidad. Gracias a la Cátedra Dama de Elche de la UMH también pude observar «in situ» que no es pasado, que la Dama está presente y forma parte activa de la cotidianidad de sus paisanos en la ciudad que le dio el nombre.

La Dama de Elche además de un icono para España, es el ejemplo mismo del interés que se despertó en Francia por España desde el principio del siglo XIX. La entrada de las tropas de Napoleón y su pillaje de obras en nuestro país tuvo entre otras consecuencias despertar el interés romántico por España y por su arte hasta entonces muy desconocido en Francia. La curiosidad empujó de este modo a los viajeros franceses a franquear los Pirineos. Su interés, su avance en la arqueología y la falta de leyes de protección de patrimonio en nuestro país; les permitió hacer suyos tesoros encontrados en territorio español.

Las circunstancias de la venta de la Dama al Museo del Louvre siguen siendo un poco oscuras, pero esto no es novedoso, como he dicho, la falta de leyes de protección de patrimonio permitió la salida de obras de nuestro territorio, según el caso, de una forma más o menos legal. Lo inusual de nuestra Dama y de todas las piezas que formaron parte del intercambio de obras de arte con el gobierno francés, no fue su salida: lo extraordinario del caso fue su vuelta.

En efecto, la situación que sufre Francia, a partir de junio de 1940, ofrece a la España franquista un terreno favorable para negociar el regreso a su tierra de cierto numero de piezas artísticas. A pesar de que el principio del intercambio toma verdadera forma en octubre de 1940, las negociaciones empezadas discretamente algunos meses antes nos hacen pensar que la idea -ya sea de un intercambio o de una cesión de obras a España- pudo haberse insinuado ya durante la embajada de Pétain, seguramente de manera verbal e informal. En todo caso, es cierto que este intercambio se inscribe en una política de concesiones comenzada por el Mariscal durante su embajada en Madrid. Pero como lo explicamos, lo que había sido presentado en origen como una manifestación de la amistad franco-española reveló más bien las diferencias, las incomprensiones y los rencores existentes entre los dos países

Después de arduas negociaciones no exentas de complicaciones, René Huygue, conservador de pintura en el Museo del Louvre llegó a España el día 8 de febrero acompañando las 35 cajas de seis toneladas que contenían parte de los tesoros prometidos a España: la Dama de Elche, las coronas visigodas y los objetos prerromanos.

La ceremonia del intercambio, prevista para la segunda quincena de febrero, no tendrá lugar como estaba previsto, para decepción de los comisionados franceses; ésta sería aplazada a una fecha posterior. Como sabemos, la Dama entró a formar parte de las colecciones nacionales y se exhibió en el Museo del Prado hasta 1971 fecha en la que entró al Museo Arqueológico Nacional.

Esta vuelta que hoy celebramos y que nos alegra, nos reenvía al devenir de las obras de arte, a su larga vida y su fortuna critica. Nos hace pensar en la importancia de valorar nuestro patrimonio, en la fuerza que tienen las obras de arte y la facilidad con la que pueden ser usadas con fines políticos. Nos invita a reflexionar también sobre el sentimiento de pertenencia que éstas provocan y cómo pueden a la vez representar la universalidad del hombre y su sentimiento más local.

La intención de nuestro libro fue contar esta vuelta y a su vez intentar ponerse en la mirada del «otro» para así relatar con objetividad un hecho histórico producido en un contexto delicado de la historia e intentar abstenerse de todo juicio de valor. Gracias a este intercambio la obra está de vuelta...Y algunos dirán: ¿de vuelta?