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Javier Mondéjar.

El indignado burgués

Javier Mondéjar

Refundación e imperio

o quiero ponerme a filosofar que luego me voy por los cerros de Úbeda de la divagación y me pierdo en el bosque de lo abstracto. Lo diré muy clarito: nada de lo creado por el ser humano va a durar para siempre. Los inventos, artefactos y artificios que nos rodean son tan efímeros como nosotros mismos y, sin embargo, nos aferramos a cualquier resquicio de eternidad sabiendo que es cuestión de tiempo que de nuestros recuerdos, hechos, triunfos y fracasos no queden ni las cenizas.

Así es la cosa, pero como predicar con el ejemplo no es lo mío, pues pensando en lo fugaz he recordado algo que me decía mi maestro de periodismo, José Luis Masiá, que redactaba con un sólo dedo (toc, toc, toc, toc, toc?) en una máquina de escribir eléctrica IBM de bola columnas maravillosas que quizá ni los viejos del lugar recordarán: «El Punto de Masiá» en La Verdad. Ha venido a mi mente por dos cosas: por el viejo principio que dice que nadie muere del todo mientras que alguien le recuerda y porque siempre me aconsejaba: «Javier, cuando escribas no le pongas barba» y voy a intentarlo, en su honor.

Estoy encantado -viva, yupi- con los dirigentes valencianos del Pepé. Hombre, no es que me pongan los chanchullos de los Camps, Ritas, Gerardos, Cotinos y los mil, dos mil, tres mil y hasta los dos millones de pelas de Rus. Lo cierto es que deberían disciplinarlos en la plaza pública para mofa, befa y escarnio y, sin recurrir al látigo por no recordar las teocracias y a los clérigos a los que su dios confunda, tampoco estaba tan mal aquello de la picota en la que se ataba a los delincuentes unas horas o días en dependiendo de su crimen. Y si no en persona, al menos la picota en efigie para sus símbolos materiales: ver como el bolso de Vuitton de Rita o el traje de Paco o la bolsa del pryca llena de billetes del tío de Játiva se iban deteriorando por el solano, la lluvia y el relente sería una buena metáfora de lo perecedero incluso del latrocinio.

Pero con lo que estoy encantado es con la capacidad de respuesta: por una vez y sin que sirva de precedente alguien se ha dado cuenta que no basta con cuatro detallitos cuando la casa está en ruinas, sino que hay que construir una nueva, en un solar diferente. La refundación del Pepé que proponía el otro día Bonig, incluso modificando el nombre, es cierto que es un ejercicio de imagen y, por tanto, humo en gran parte, pero si va acompañado de cambios profundos, ¿por qué no? ¿Servirá para que nos olvidemos de los malvados?, en absoluto, pero si cambian las cerraduras y por lo menos impiden la entrada de los de siempre algo habrán ganado, al menos en tranquilidad de espíritu.

No es únicamente el Pepé quien debe refundarse y hasta cambiar el nombre, se me ocurren muchas instituciones añejas a las que la ancianidad ni les da patente de corso ni les ha hecho más sabias, si acaso acometen las últimas etapas de su vida aquejadas de debilidad senil. Voy a poner dos ejemplos nada más. Yo no sé por qué hay que mantener en pie entidades propias del pasado, tipo Diputaciones provinciales: nido de clientelismos y caciquismos más antiguos que el mayordomo del algodón. No tengo ni idea de porqué o para qué agrupaciones tan ancladas en el pasado como los sindicatos o las patronales no se refundan y crean algo realmente útil que deje de ser una reunión de amiguitos en torno a una mesa de un casino provinciano jugando al chinchón.

Que se refunden, hombre, que no hay nada eterno ni mal que cien años dure y que ya está bien de que las mismas caras en idénticas fotos sigan saliendo repartiéndose el bacalao de puestecitos y mamandurrias varias. Que inventen nuevas cofradías a sabiendas de que unos años después tendrán que apartarse y dejar paso a proyectos más innovadores, porque cuando la máquina se oxida hay que comprar otra rapidito si queremos seguir produciendo. Instituciones viejas no hacen buen caldo; no son como la gallina, ni por asomo.

Y, se preguntará usted: ¿ya nos ha hablado de la Refundación, qué pasa con el Imperio? Pues nada, no pasa nada, era en homenaje a Asimov, por si a alguien se le olvidara ese tipo tan preclaro autor de las tres leyes de la robótica. Es por aquello de que nadie muere mientras que? y etc, etc.

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