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Buscando sonrisas

Buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una. Voltaire.

Me gustan los bolsos grandes, pero lo malo de un bolso grande, o de un armario grande; o de una casa grande; o de un corazón grande, es que siempre se cumple la regla no escrita de «a más espacio, más trastos» y luego, ¡ponte a buscar lo que necesitas! En el bolso no aparecen los Gelocatiles, ni en el armario el cinturón que quieres hoy. Y en el corazón, la mitad de las veces, no encuentras suficiente comprensión, suficiente gratitud, suficiente alegría.

Por eso, para reponer las estanterías del alma, me gusta salir a la caza de sonrisas.

No es tan difícil, solamente hay que quererlas ver. Y así, el «hola» jovial del amigo de tu hijo, el «perdón» de la señora que te ha pisado sin querer, la niña de puntillas para tirar el papel del chicle en la papelera... te redimen de ver la vida en tonos grises. La felicitación de un amigo, la discusión por invitar a la caña, el beso de tu pareja... te blindan suavemente contra las noticias malintencionadas. El murmullo del mercado, el sonido vivificador de la ducha, la música que se asoma a la calle, desde la ventanilla de un coche... te transporta a un lugar sin colas, semáforos, ni ardiente asfalto.

Sí. Buscar sonrisas. Como el que busca trufas, o setas, o agua subterránea.

Convertirse en zahorí del optimismo, de la empatía, de los buenos modales, de la educación clásica, ¡ay!, cada vez más antigua...

Enfrentarse diariamente, a la tarea de buscar en el otro, una chispa cálida en los ojos; un valioso diamante en la mirada; una gota de optimismo -aislada entre el desánimo general- aunque no sea más que para encontrar en su reflejo nuestro propio destello.

Ejercitarse en el arte de ver, la mayor parte de las veces, el vaso medio lleno.

Y de esa manera, huir de la vergüenza que nos produce a los valencianos la canallada que el PP ha cometido en nuestra Comunidad.

Antiguos alcaldes, concejales, asesores, presidentes... la trama es tan ancha, como larga. Los nombres de los implicados se van uniendo hasta formar una asquerosa procesionaria, cuya simple vista echa para atrás. Lo peor es que parece que no tiene fin, cada día nos desayunamos con nuevas noticias, a cuál más escandalosa. Ya sé que no es exclusiva del PP valenciano -todo el PP es una gran mentira- sin embargo, los valencianos ostentamos el «deshonor» de padecer a los que han orquestado este réquiem nauseabundo, que se convertirá en un réquiem funerario para ellos mismos.

No se puede expresar mejor de lo que ellos mismos lo han hecho; «Nos hemos pasado» -dice la hermanísima de la ex Alcaldesa-. Pues sí señora. Sí señores del PP. Sí, sí y mil veces sí. Se han pasado, pero buscaremos la forma de que reparen el agravio cometido, ¡no lo duden! No cejaremos hasta colocar a los responsables en el sitio que se merecen. Pediremos la devolución de todo el dinero robado, para intentar recuperar la gallardía de una Comunidad que el PP ha despreciado.

Sé que los valencianos no tenemos motivos para estar alegres, pero hay que intentar por todos los medios, que no nos roben además nuestra alegría. Por todo esto, les invito a buscar sonrisas. Y si la risa que interrumpe nuestra conversación, en lugar de ser una molestia, nos contagia, como lo hace un bostezo... ¡no todo estará perdido!

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