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Juan José Millas

Tierra de nadie

Juan José Millás

Gracias, compañeros

La realidad política se mueve a cámara lenta mientras el Euribor cae y se agiliza la venta de espermatozoides por internet. La gente se insemina artificialmente en la intimidad del cuarto de baño, con unos guantes de látex de los de fregar el lavabo. Las imágenes de los líderes y el Rey, observadas con cierta perspectiva, nos recuerdan al cine de la nouvelle vague, donde la cámara, más que escribir una historia, la caligrafiaba. La caligrafía verdadera, hecha a lápiz, es un método recomendado para combatir la ansiedad. La falsa resulta desesperante en cambio, aburre al espectador, lo saca de quicio (y del cine). Cuando usted se ha recorrido de punta a punta la ciudad en autobús o en metro, ganándose la vida siete veces, un político solo ha dado una rueda de prensa para contar lo obvio:

-Voy en serio.

¿Existe acaso la posibilidad de que Sánchez apuntara lo contrario? La política actual es el único ámbito en el que alguien puede decir algo así sin provocar la risa. ¿De qué iba usted hasta ahora? ¿De qué van sus competidores? ¿De qué va, sobre todo, Rajoy, con esa agenda tan vacía? Mientras Rajoy se despereza, nosotros hemos visitado a dieciocho clientes y hemos establecido veinte compromisos para la semana que viene. Hasta los neologismos corren más que la política. Estos días hemos escuchado varias veces el término «agendar», que debe de querer decir «meter en la agenda». Rajoy no tiene nada que meter en la agenda como hay quien no tiene nada que meter en la barra de pan. Es más triste lo segundo que lo primero, pero una agenda sin citas es una agenda sin alma. Debería provocarle angustia existencial, aunque no se sabe de ningún registrador de la propiedad, ni de ningún notario, con este tipo de problemas psicológicos.

Todo esto significa que llegas a casa por la noche, agotado por la jornada laboral o deprimido por el paro, enciendes la tele y compruebas que el culebrón político sigue más o menos en el punto de ayer. A veces, incluso retrocede a posiciones anteriores. O sea, El año pasado en Marienbad, pero sin la caligrafía preciosista de Resnais. Total, que a base de retroceder y retroceder parece que nos acercamos de nuevo a las elecciones. Si ha de ser así, ahórrennos los prolegómenos.

Gracias, compañeros.

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