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Antonio Sempere

En pocas palabras

Antonio Sempere

Qué gente lleva la procesión

Los de Guanyar defienden que la Banda Municipal de Alicante no debe intervenir en la procesión oficial de la Semana Santa alicantina, el Viernes Santo. Era de esperar. Esto me hace recordar el caso de Villena, donde una corporación gobernada con mayoría absoluta por Los Verdes (cuyo alcalde concurrió a las listas de las recientes generales por Podemos vía Compromís) jamás se ha planteado que la Banda Municipal (hay que aclararlo, una de las escasas bandas municipales de la Comunidad Valenciana, pese al arraigo musical en la zona, donde la inmensa mayoría de formaciones son Sociedades) renuncie a su participación en los actos festivos religiosos de la ciudad. Hasta donde el sentido común alcanza, a nadie con dos dedos de frente se le ocurriría despegar a la Banda Municipal villenense de todos aquellos actos en los que acompaña a La Morenica. Porque los primeros en rebelarse serían los músicos. Cuestión de idiosincrasia, de arraigo, de señas de identidad. Tan distintas en la capital y en los pueblos de la provincia.

Comprendo a los de Guanyar. Cómo no les voy a comprender. He visto cosas que ni siquiera ellos han osado mirar. Me he asomado durante años a La Rambla la tarde del Corpus. A seguir a los miembros de la corporación. A mirarles cara a cara en cada una de las «paraetas». A observarles con detenimiento a un metro de distancia. A escuchar sus breves conversaciones. Muchísimos años antes de que llegasen los autos y los sumarios. Y de verdad que la estampa era muy fuerte. Tanto, que llegada cierta edad, más o menos al cumplir los cincuenta, dejé de tener estómago para soportar el espectáculo. Uno, que es demasiado sensible.

Pero hablábamos de la Banda Municipal de Alicante y el 22 de marzo se cumplirá un año de una grabación histórica en la Casa de la Música de Las Cigarreras. Las 15 piezas recogidas en el CD dedicado a la Música de Hogueras, dirigidas por José Vicente Díaz Alcaina, son un primor. Si me preguntan por mis favoritas, tal vez me quedaría con Cristina Blanco o Sonia Molina. Pero no podría dejar fuera otra docena. Se trata de música festera de primer orden, magistralmente interpretada. Con sello de aquí. Con denominación de origen 100%. Ese que tantas veces falta.

Habría que potenciar estos tesoros inmateriales, máxime en una tierra donde tanto fluye en el aluvión y lo efímero. Con motivo del Mig Any festero de San Blas, por ejemplo, se celebró el 9 de enero un concierto de música festera en el salón de actos del Instituto Jorge Juan. Permítanme decir que ese no era el lugar. Que la excelencia y la colla participantes hubiesen merecido, por lo menos, el Auditorio o el Teatro Principal. Dicho sea con todo el respeto hacia el instituto. Por su calidad y su valor artístico, la música festera merece una consideración que aquí no han sabido conferirle ni las instituciones ni, mucho menos, la ciudadanía, encantada con el frenesí del «chunda-chunda».

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