Yo no sé ustedes, pero servidora ya no sabe por dónde tirar. Ni tampoco lo saben los amigos y amigas que suelen sentarse conmigo a tomar un café, después de haber leído u oído las noticias del día. También las gentes con las que nos encontramos preguntan con ansiedad si alguien sabe dónde vamos a parar. Y sigue haciéndose familiar ese vocabulario que no habíamos conocido de una manera tan cotidiana hasta ahora: prevaricación, ilegalidad, trama de corrupción, mordidas, en definitiva robo, y sobre todo nos espanta si va dirigido a los propios gobernantes que prometieron velar por nuestro patrimonio. Pero con todo, lo que tanto conturba hoy a nuestros conciudadanos es la situación política que parece habernos salido de repente, como un grano, aunque doler, doler, nos andaba ya doliendo desde algún tiempo atrás. Lo de Cataluña fue un antecedente. Qué mal, qué mal se gestionó€, y qué rumor tan desolador el que proviene de los hemiciclos y nos muestran los medios. Todos opinan y todos quieren tener razón. Pero los que caminamos por la vida sin voz, andamos abrumados sin saber qué es lo que van a hacer con nuestro voto. Al respecto recuerdo algo que dijo Platón en algún momento de aquellos siglos antes de nuestra era: «Allí donde el mando es codiciado y disputado, no puede haber buen gobierno». Hay que ver cómo se ajustan estas palabras a nuestra situación actual, parece que no han pasado los siglos€

Pero lo triste es que mientras España se debate entre pactos y opiniones dogmáticas y partidistas, mueren inmigrantes en altamar, y naciones de la confortable vieja Europa sacan leyes que les habilitan para confiscar los bienes de esas pobres gentes que huyen de la muerte, a cambio de dejarles poner un pie en tierra firme. Se dice que la vieja Europa agoniza€ ¿Será verdad? ¿No seremos capaces de encontrar alguna solución sin llegar a la sangre, la venganza o la mezquindad?

Repasando algunas de mis libretas en las que guardo lo que me parece que no debo olvidar, doy con un artículo de Muñoz Molina que se publicó en 2011, y observen que estamos ya en el 16. En él hacía un perfil de la andadura española desde la alegre transición hasta la situación del año en que lo escribe, y lo sorprendente es que retrata lo que deberíamos de haber hecho entonces para salir del atolladero que coincide exactamente con lo que tendríamos que estar haciendo hoy ¡cinco años después! ¿Hemos estado hibernando, como los osos? Y aquí Muñoz Molina se planta firme para dar estas pautas dirigidas a los gobernantes de entonces: que haya en las elecciones listas abiertas y limitación de mandatos; que la Administración sea austera, profesional y transparente; que se prescinda de lo superfluo para salvar lo imprescindible y ¡que las mejoras graduales y en profundidad surgidas del consenso democrático estén por encima de los gestos enfáticos! ¿Se consiguió alguna de estas peticiones? Ciertamente Papá Noel no ha estado fino, no dio con los deseos. Luego sigue el escritor (que no politólogo, ni economista ni nada de eso) exponiendo una estupenda autocrítica necesaria para: no ceder más al halago, para reflexionar sobre lo que cada uno debe hacer en su ámbito, o sea, el profesor enseñar, el estudiante aprender, los enfermos no abusar de las urgencias innecesarias, al periodista que compruebe datos y sea veraz, a los padres que se responsabilicen de los buenos modales de sus hijos€ Cada uno a lo suyo y así podríamos convertirnos en ciudadanos justos y benéficos. Suena fácil, pero desgraciadamente tan irreal que hasta nos parece una escena de Qué bello es vivir. Aunque ¿tan difícil y raro es que cada persona cumpla con su obligación?

También dijo Voltaire, y esto me hace fruncir el ceño: «Movilicé a todas las conciencias ilustradas de Europa: si se han de cometer injusticias, impidamos que nunca más sea en silencio». El deseo de que todo sea meridiano está bien pero ¿qué pasa, que vamos a tener que estar alerta porque siempre habrá ladrones y sinvergüenzas que conturben la simple paz que deseamos? No debiera ser una entelequia la honradez y la equidad, caramba. Parece que se ponen de moda las estrategias y basten, mientras se olvidan los principios€