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El símbolo

La detención de la banda de Alfonso Rus y el descenso a los infiernos de Rita Barberá es el epílogo de una etapa de dos décadas de gobiernos del PP que tuvo su punto y final con las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2015. Un símbolo equiparable por su calado político y por la magnitud de los escándalos de corrupción que se están investigando a la caída del «clan» de Jordi Pujol en Cataluña. El PP gobernó las principales instituciones autonómicas durante dos décadas, casi igual que la etapa del «pujolismo». Lo hizo con Barberá y Rus entre los actores principales junto a 0tros dirigentes como Francisco Camps de un discurso que se envolvía en la «senyera» para que los valencianos compraran la imagen de una Comunidad de vanguardia que aspiraba a convertirse en la California de Europa. Un poco más al norte, en esa línea, gran parte de la ciudadanía señalaba como el padre de esa Cataluña moderna que durante dos legislaturas condicionó la gobernabilidad de España a izquierda y derecha a un Pujol que, como el PP en la Comunidad, también usaba los símbolos de todos en su beneficio personal. A pesar de que los populares valencianos agitaron durante años el anticatalanismo exacerbado como bandera electoral, lo cierto es que, al final, los Rus, Barberá y compañía han terminado igual que esos vecinos de arriba a los que tanto denostaban. Mordidas en las adjudicaciones públicas que controlaron durante 20 años, reparto de comisiones al 3% (o más), financiación ilegal... Evidencia de que aquellos discursos -uno y otro- eran mentira. Nunca buscaron mejorar la vida de la gente. Sólo querían solucionar la suya.

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