Creo que voy a dormir con más frecuencia en el cajero automático. Le he cogido el gusto, la verdad, porque potencia el proceso de anarquización y de transformación en el viejo Diógenes que siempre he querido ser: alejado de la gilipollez, la farándula y el faroleo imperante. Vean esas monjas indias a las que la superiora tenía medio secuestradas en el convento, con la excusa de la crisis religiosa, que manda huevos el secuestro presunto con el cuento de la vocación y de la documentación de extranjería. Las crisis no se superan encerrándose ni encerrándolas argumentando: «te denuncio y te expulsan sin papeles a tu puñetero pueblo y allí te come la mugre». Las crisis se afrontan pateando la calle -o el cajero automático cuando aprieta el relente y la frescoreta alicantina cala los huesos-. Pisas la calle y ves a la gente, sus caras, sus gestos, sus expresiones de alegría, de hastío, de esperanza, de miseria, de juergueo o de asco y te das cuentas de inmediato de cómo está el patio y hasta qué punto es pura cocina de sociólogos a sueldo, la propaganda gubernamental, exultante ante el desarrollo, el crecimiento bestial y el avance imparable de esta sociedad de consumo y? ¿del bienestar?

No se está tan a disgusto en esta moqueta calefactada durante toda la noche y como puesta a propósito para indigentes y marginales. Sobre la una y treinta, cuando ya roncábamos en brazos de Morfeo mi colega y yo, entraron dos chicas pasadas de copas. Se atrevieron pese a los bultos sospechosos que resoplaban bajo el cobertor comprado al charlatán Ramonet en Orihuela hace más de cuatro lustros. Reían con la risa tontuna indisimuladamente alcohólica. Intentaron el número secreto de la cuenta una y otra vez, hasta que el sabio cajero se tragó la tarjeta. No perdí detalle del evento y a punto estuve de ofrecerles sitio en nuestra trapería, entre cartones y bolsas, para no dejarlas a la intemperie. Su posibilidad de pagar un taxi hasta una de las ciudades dormitorio que circundan Alicante era cero. Se han ido andando. Seguro. Tampoco estamos, mi colega o yo, para ejercer la caridad ni dar préstamos a fondo perdido y sin interés. Para eso están quienes los ofrecen en los carteles que empapelan Alicante: {Préstamo por tu coche y sigue circulando con él». En algún sitio tiene que estar el truco. Mal rollo.

Nos desvelaron las risotadas de las que entraron con dos botellas de Bifiter en vena. El bróker arruinado, expulsado de la que un día fue su casa y mandado a la mierda, tan pronto entró en suspensión de pagos, desde el altruista Fotsari club -Fenomenólogos alicantinos solidarios en restauraciones interesantes-, se pone trascendente y suelta la pregunta a horas tan intempestivas: ¿Tú crees que habrá elecciones anticipadas?

¡La madre que me parió! ¿Crees que estoy yo para pensar en elecciones? Todo mi cash -dicen ahora los «modelnos»- se reduce a dos euros y pico, duermo a salvo en este cuchitril prestado, paso la noche acojonado porque siempre hay alguien en peor situación que puede darte el estacazo ¿Y me voy a preocupar de si hay elecciones anticipadas?

Claro que sí, hombre. Preocúpate. No será lo mismo que gobiernen los de siempre aunque los pinten de color naranja, que surja un pacto de izquierdas y entren a gobernar los que impulsan una ley urgente de emergencia social, que dicen que el gobierno de estos años se ha medio cargado la caja de las pensiones y, si llegamos vivos a la jubilación, vamos a tener que seguir durmiendo aquí y comiendo de la caridad pública.

Mira chaval, dice el bróker venido a menos, expoliado por una rapaz disfrazada de señora amorosa en los años de abundancia, a nosotros ya no nos salva ni la caridad. Cuando uno cae en picado y sale del sistema no vuelve a entrar en él ni aunque le toque la primitiva. Siempre te mirarán de reojo diciendo: este, que cayó una vez, puede caer otras veinte porque ya sabes el dicho: «Al que nace pa martillo, del cielo le caen los clavos».

Al tal Sánchez lo tienen los barones contra la pared y en lugar de buscar con un candil, entre la izquierda, un pacto de gobierno se preocupan por la fecha en que harán su congreso. Cálculos partidistas nunca pensando en gente como nosotros.

Alguna esperanza habrá que tener -digo intentando ser convincente a deshoras y sin capacidad de argumentar nada-. Si perdemos la esperanza caemos en El mito de Sísifo, la obra de Camus, esa que dice que el único problema filosófico relevante es el suicidio.

¿Has oído eso de que Dios aprieta pero no ahoga? Lo he oído, es un consuelo para lelos que pretenden autoengañarse. Dios no existe y en el caso de que exista -como decían los epicúreos- no se preocupa en absoluto de nosotros.

Muy filósofo estás y muy cultivado para andar durmiendo en el suelo de un cajero automático.

Sueño, despierto y dormido, con un pacto de izquierdas que se preocupe por los desfavorecidos en lugar de preocuparse por las cuentas de resultados de los bancos y me pongo metafísico porque no como. Mi preocupación esencial es que la señora de la limpieza me despierte con un toque de dulzura y no me arañe la cara más de la cuenta con sus escobazos. Bona nit.­­­­